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En la celebración del Domingo de Ramos, el Papa Francisco recordó que Jesús vivió una profunda y amarga experiencia de traición y abandono.
“Jesús sufrió la traición del discípulo que lo vendió y del discípulo que lo negó. Fue traicionado por la gente que lo aclamaba y que después gritó: «Sea crucificado» (Mt 27,22). Fue traicionado por la institución religiosa que lo condenó injustamente y por la institución política que se lavó las manos”, expresó.
Bergoglio indicó que sufrió también el abandono de los suyos y hasta de su mismo Padre: “¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?”. Es cierto, subrayó, que Jesús estaba recitando el Salmo 22, el cual es un grito de angustia que termina con una súplica y alabanza: “Pero tú, Señor, no te quedes lejos; ¡fuerza mía, corre a socorrerme! Libra tú de la espada mi alma, de las garras del can salva mi vida. Sálvame de la boca del león, y de los cuernos del toro lo poco que soy. Yo hablaré de tu Nombre a mis hermanos” (Sal 22, 20-23).
Recalcó que nosotros también experimentamos traiciones y abandonos: “Pensemos en las traiciones pequeñas o grandes que hemos sufrido en la vida. Es terrible cuando se descubre que la confianza depositada ha sido defraudada. Nace tal desilusión en lo profundo del corazón que parece que la vida ya no tuviera sentido”.
El Pontífice comentó que en estos momentos de prueba y aislamiento Dios no nos abandona: “Hoy, en el drama de la pandemia, ante tantas certezas que se desmoronan, frente a tantas expectativas traicionadas, con el sentimiento de abandono que nos oprime el corazón, Jesús nos dice a cada uno: 'Ánimo, abre el corazón a mi amor. Sentirás el consuelo de Dios, que te sostiene'”.
¿Traiciono y abandono?