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"OPINIÓN"

"Traición"

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    frheroles@prodigy.net.mx

     

    Contar contagiados y muertos cada día, pensar en las familias, ahora miles, con pérdidas irreparables, ver escenas dantescas en hospitales convertidos en funerarias, familiares desesperados pidiendo información, recordar las vergonzosas imágenes de mexicanos agrediendo a otros mexicanos que visten de blanco y salvan vidas. El coronavirus nos desnudó. La sociedad mexicana está quebrada en su pacto esencial. Hay un México que traiciona a la nación violentando la mínima fidelidad ciudadana.

    La Canciller Merkel lo advirtió a los alemanes con toda frialdad: sólo saldremos adelante si ustedes sacan lo mejor de sí mismos. Así ha sido en muchos otros países que han sido “exitosos” evitando muertes. De eso se trata, de contener el sufrimiento y dolor humano haciendo todo lo racionalmente posible. Para eso necesitamos que los mexicanos, todos, piensen primero en los otros mexicanos. El cubrebocas es el signo más visible de ese acto de “simpatía” -dice Adam Smith en su La teoría de los sentimientos morales- “simpatía” que exige controlar el egoísmo y pensar en el conjunto, en ese abstracto que es la nación. El cubrebocas para la autoprotección es útil, pero su mayor valor radica en la protección de los otros, de su salud y su vida. Su uso es símbolo de respeto.

    Vencer al coronavirus exige ser obediente de la autoridad, de ella se exige congruencia en las cifras y decir la verdad siempre. Sólo así logrará el respeto ciudadano. Especular sobre el contagio del Presidente es grave en sí mismo, pues se presupone que podrían mentir, él y su equipo. Por eso también brota la desobediencia, estamos en un mar de desconfianza. Rompamos el círculo vicioso. Ser obediente de la autoridad es sólo el primer paso, porque no hay forma de vigilar y controlar los actos humanos en todos los sitios y en todo momento. Por eso la obediencia a los comportamientos requeridos debe nacer en cada uno de nosotros: cubrebocas, distancia inquebrantable, higiene, consideración hacia los mayores, mujeres gestantes, niños. Quedarse en casa -sin excepciones- la convivencia respetuosa e intensa como reto. Pero resulta que la violencia intrafamiliar se ha disparado exhibiendo al “pueblo bueno” para el cual la integridad física no es todavía un valor asumido. Son millones de mexicanos. Ese es el México que nos traiciona, debemos señalarlo.

    No reunirse, sin excepciones, tratar de ser ejemplo frente a los nuestros y a los ajenos. Honrar la disciplina, esa que algunos mexicanos desprecian con orgullo, por eso brotan los “machines” que se pasan los semáforos. Pero hoy los semáforos están en nuestros hogares. El Covid-19 nos puso a prueba a todos, gobernantes y gobernados, nos exige ser congruentes, por eso las críticas a las “mañaneras”, a los servidores sentaditos allí, muy juntitos, por semanas y sin cubrebocas, a los micrófonos que van de mano en mano. Todos es todos, esa igualdad es el cimiento, la argamasa de todo pacto social. Traicionar a México hoy es traicionar a la vida misma.

    Pero también hay un México que desprecia la vida y se ufana de ello, total, la vida no vale nada, por eso circulamos entre animales destazados, por eso quemamos bosques y selvas, por eso ensuciamos nuestros ríos y costas, por eso nos la “jugamos” en un cruce de calle, por eso siempre habrá excepciones, es mi cumpleaños, a festejar en plena pandemia. Thomas Hobbes sonríe desde su tumba, el mexicano es el lobo del mexicano. Por eso la corrupción incontenible, en todos los signos partidarios hay traidores, ahora se lucra hasta con los respiradores. ¡Vaya respeto a la vida! Piensan que ser uno más es ser menos, hágase la igualdad en lo bueyes de mi vecino. Esa es la traición.

    Para regresar a la normalidad y que los infectados y muertes desciendan, para que la pobreza no arrase a millones, necesitamos señalar al México que nos traiciona. Hoy los hábitos hablan de nuestra nación. De esta podemos salir con vergüenza o con orgullo. Que sea lo segundo.