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Más allá de filias y fobias, de simpatías y antipatías, de ideologías, derecha o izquierda no lo explican, estamos ante una tragedia, ante un caso de pérdida del sentido de la realidad, mezclado con perversidad. Triste decirlo, pero un hombre es el origen de la desesperanza.
Por supuesto que ni la pandemia, ni el colapso económico son de su cosecha. Sí lo es la forma de reaccionar ante ellas. No escucha y oculta hechos, ¿enfermos, muertos? Ha tenido muchas oportunidades de matizar, de enmendar y nada. Muchos mexicanos, empresarios muy relevantes incluidos, le han dado información, razones, alternativas, pero no las toma. Las pequeñas y medianas empresas cargan sobre sus hombros buena parte de la economía y no les tiró un lazo. Organizaciones internacionales como la OMS o la OCDE, de buena fe, han insistido con sugerencias y opciones para enfrentar el Covid19 rescatar la economía. Pero no escucha. Él está por encima de todo, de la ciencia, de la disciplina económica, de las experiencias previas, del sentido común. En su “informe”, un acto de masas sin gente, algo estrambótico y medio esquizofrénico, no se refirió a la importancia de los cubrebocas, caseros, a nuestros paliacates. Tampoco mandó un mensaje al personal médico. Son los soldados en esta batalla.
Aferrado a sus verdades no retomó ninguna de las sugerencias empresariales para cuidar el empleo, para sortear el vendaval. Distribuir dinero no es la fórmula. ¿De dónde saca la cifra de 2 millones de empleos en nueve meses? Es irreal, es falso, es una mentira. No hay cómo ayudarlo y tiene el timón en sus manos. Vamos en el mismo barco. ¿Qué hacer? Si no atiende razones y en todos ve a malvados conspiradores, ante un muro. Algunos ya miran a la revocación de mandato en el 2022, otros llaman a manifestaciones masivas en todas las ciudades, otros más sugieren la renuncia. Y claro todo ello abona a su idea de la conspiración. Pero el problema sigue allí, es él, de seguir con el acelerado proceso de destrucción México caerá en un abismo del que nos puede llevar décadas salir. Lo más doloroso y paradójico es que los más pobres serán los más afectados. Ni siquiera eso lo conmueve.
Si rechaza razones, a la ciencia, a la información y mira a sus santos y escapularios, quizá pudiera pensarse que la fe y la moral son el camino. Pero tampoco en ese territorio hay esperanza: está causando mucho mal, está hiriendo a millones de familias en su salud, en sus ingresos, en sus aspiraciones de mejoría. Si de verdad cree en la bondad, en la ayuda y amor al prójimo, que deje a otros la toma de ciertas decisiones, que comprenda sus evidentes limitaciones y acepte ayuda. No hay desdoro, es un acto de responsabilidad que mostraría un buen corazón. Fox lo hizo con Gil Díaz en Hacienda. Pero él no lo hace. Tampoco la bondad guía sus pasos. Los rumores de cambios en el gabinete son producto de la desesperación, de un imaginario colectivo que pide a gritos cambiar el rumbo. No es intriga, es una fórmula para evitar el naufragio. ¿Qué hacer?
Despreciando a la ciencia, a los técnicos, a los expertos, a los actores políticos, a la opinión pública, se encaminó a una soledad hoy dramática. Y allí parece regocijarse, voy solo, la república soy yo. Pero eso es vanidad pura, soberbia. Es injusto lo que le hace a México. Quizá saberlo lo mueva, él, que tanto invoca ese concepto: es muy injusto.
Cómo hacerle ver que nadie quiere su fracaso porque significaría un duro golpe para México. Que en más de un sentido sus críticos buscan su bien que conlleva el del país. ¿No lee la prensa? La desesperanza invade. Qué lo mueve, que lo conmueve, esa es la pregunta central. ¿Qué más se puede hacer para sacarlo de su empecinamiento? Las opciones se cierran y el sentido de tragedia, se apodera de México. Tragedia en el sentido clásico de la palabra, tragedia porque se conoce -por lo menos parcialmente- el final de la historia, el protagonista nos conduce a la fatalidad anunciada.