Editorial
No hay, no existe base más sólida de las tradiciones mexicanas que sus tradiciones religiosas, y hasta allá ha llegado la pandemia de Covid-19, a trastornar todo.
Ya cerró las escuelas, cerró los cementerios, clausuró los grandes espectáculos, fue capaz de dejarnos sin beber durante meses y ahora nos arrebata una de las tradiciones más sensibles, las tradicionales peregrinaciones a la Virgen de Guadalupe.
Existen dos grandes celebraciones a la Virgen en México, la Romería de octubre por la Virgen de Zapopan y las peregrinaciones que se realizan en todo el País por la Virgen de Guadalupe.
En la zona metropolitana de Guadalajara fueron necesarios 4 mil agentes de seguridad para impedir que los feligreses se sumaran al paso de “La Generala”. Este octubre, la Virgen de Zapopan recorrió los templos sin el millón de seguidores siguiendo sus pasos, resguardada por un contingente de oficiales armados, tratando de impedir que la fiesta religiosa se convirtiera en una bomba de contagios.
Toca la hora a la fiesta de la Virgen morena, la patrona de México, y comienzan los anuncios de que no habrá posibilidad de celebrarla como se acostumbra, las medidas sanitarias impuestas por el virus no lo permitirán.
Y después de las cancelaciones de las peregrinaciones, vendrán las posadas sin tumultos y las fiestas de Navidad sin aglomeraciones, todo apunta a una Navidad en casa, contenida.
Las autoridades ya se preparan para intentar controlar a las multitudes que querrán festejar, algo imposible en medio de la posibilidad de un rebrote y con una crisis económica que no da tregua.
Sin embargo, más allá de las prohibiciones, nada ni nadie puede cuidarnos mejor que nosotros mismos. Es tiempo de guardar, literalmente.