La vida tal como la conocíamos se ha ido al carajo. En apenas doce semanas la expansión de una epidemia ha sacudido los cimientos de la moderna sociedad, enfermando a cientos de miles, matando a decenas de miles y confinando a millones de personas en todo el mundo y provocando una crisis económica inédita que, como siempre, afectará a los más pobres. Estamos presenciado cambios inéditos, acelerados y preocupantes.
“No recuerdo haber vivido algo como las últimas semanas”, señaló George R.R. Martin el prestigioso escritor estadounidense creador de la saga literaria que dio paso a la serie Game of Thrones. En efecto, nadie en el mundo contemporáneo habíamos vivido algo como por lo que hemos pasado las últimas semanas por la expansión del coronavirus.
De todos los cambios hay algunas medidas preocupantes sobre las que quiero detenerme. Se trata de las medidas decretadas por los estados y gobiernos de todo el mundo para contener la pandemia pero que tienen implicaciones en la suspensión de garantías individuales y derechos políticos.
Estas son algunas de las medidas anunciadas por gobiernos para enfrentar la expansión de la pandemia del coronavirus: declaratorias de estado de emergencia, toques de queda, confinamientos, suspensión de garantías, multas, y encarcelamientos a quienes violen las medidas decretadas, repatriaciones.
En China no se decretó estado de emergencia nacional, sólo en Hubei, la provincia que fue el epicentro de la epidemia. La cuarentena confinó por más de un mes a 60 millones de personas, suspendiendo de facto sus garantías individuales.
Cuando esto ocurrió en enero pocos podríamos imaginar que en menos de dos meses regiones y países ricos del mundo estarían en una situación semejante, como Lombardía, Italia; Madrid, España; regiones de Alemania; Francia y los estados de Washington y Nueva York en Estados Unidos. En California se declaró cuarentena a 40 millones de personas. Y algo semejante hará el estado de Nueva York donde al parecer se convertirá en otra zona roja, semejante a la región de Lombardía en Italia. En el estado de la Gran Manzana los casos se triplicaron en menos de una semana.
En América Latina, Honduras decretó la suspensión de garantías constitucionales; Ecuador declaró toque de queda, al igual que Panamá y Perú. En Colombia el toque de queda fue impuesto en algunas ciudades, como Cali, y posteriormente el gobierno de Iván Duque emitió un decreto para su regulación nacional. En Guatemala el Presidente Alejandro Giammattei declaró el sábado 21 de marzo el toque de queda vigente a partir del domingo 22 de marzo con restricciones de las 16 horas a las 4 horas del día siguiente, y con duración de una semana.
Además de estas medidas, muchos gobiernos han cerrado sus fronteras, como lo hizo Guatemala con México y como lo hizo Europa en todas sus fronteras por primera vez desde que se creó la Unión Europea.
Estamos ante algo completamente inédito, y la suspensión o restricción de actividades educativas, laborales, de esparcimiento y otras probablemente sean necesarias.
Pero no hay duda que muchas otras se entienden más bien como medidas políticas de corte represivo y autoritario. Así puede leerse el anuncio en Chile, donde el impugnado Sebastián Piñera declaró el estado de emergencia por 90 días, lo que implica la salida a la calle de los militares nuevamente y que los generales tomen el mando de las fuerzas de seguridad en todas las regiones. Es una medida que llega como anillo al dedo para tratar de contener y apagar una protesta social que emergió en aquel país desde el 18 de octubre pasado. Otro tanto ocurre en países donde hubo oleadas de protestas el año pasado, como Ecuador, Bolivia y Colombia.
La línea entre decretar este tipo de medidas para contener una epidemia o para contener a una población irritada socialmente es muy delgada. La emergencia sanitaria que ha provocado la expansión de la epidemia parecen justificar las extremas medidas que bordan el autoritarismo.
Es el diseño perfecto para el avance de posiciones autoritarias y fascistas. No digo que no son necesarias medidas de contención social como parte de una estrategia sanitaria de combate de enfermedades; pregunto si para aplicar las fases de contención y mitigación es necesario declarar el toque de queda. Me preocupa que estas medidas pueden ser aprovechadas para afianzar la agenda y el poder de gobernantes autoritarios. Por ejemplo, suspender elecciones, como podría ocurrir en Bolivia.
El miedo a contraer esa enfermedad, fundado o no, facilita las tentaciones de muchos estados y gobiernos que con el pretexto de combatir el Covid-19, obligan a los movimientos y protestas sociales a ponerse en cuarentena, mientras las fuerzas de seguridad toman control de las ciudades.
Nunca en tan poco tiempo, los ejércitos y fuerzas de seguridad salieron al mismo tiempo a las calles, mientras la protesta social se ponía en cuarentena.
Son tiempos preocupantes y peligrosos para la libertad y la emancipación. Ojalá pasada la emergencia sanitaria no prevalezcan las tentaciones autoritarias y germinen las salidas democráticas y autogestivas que combatan un orden económico y social que produce pandemias como la que ahora nos confina. @rmartinmar
rubenmartinmartin@gmail.com
Sinembargo.MX