Editorial
Los tiempos electorales están a nada de volverse más activos en Sinaloa. Los aspirantes, quienes buscan un cargo de elección popular, ya se están mostrando y lo están haciendo cada vez con mayor intensidad.
Algunos, con eventos públicos frecuentes, a pesar de la pandemia. Otros, con publicaciones frecuentes, con alcance estatal, en las redes sociales. Algunos más disfrazan de altruismo las intenciones de ganar simpatías. Y alguien más, esperanzados pagan llamadas telefónicas para medir su nivel de aceptación entre los electores.
En la carrera por alcanzar, primero, la postulación del partido y después, el voto de la gente, nadie habla de errores, ninguno de flaquezas, ocultan sus debilidades, esconden sus desventajas.
Porque el tiempo que viene es el de las virtudes, las que los aspirantes dicen tener, que afanosamente buscan mostrar y que no cesan en pretender convencer.
En un mundo cada vez más hiperconectado, el elector deberá convencerse de quien es la mejor opción para elegir no por la sobreexposicion que los aspirantes tendrán a través de los diferentes medios, sino a través de una revisión del trabajo realizado.
Porque adjudicarse adjetivos relacionados con la honestidad, la transparencia, el compromiso, o cualquiera que se nombre, es fácil. Lo complicado para quien está en la palestra pública, es demostrarlo.
Ahí, será entonces el momento del elector, el que decida hacia dónde oriente su voto, el que defina a quién le concede la confianza.
En momentos incluso antes de que inicien las precampañas, los ciudadanos estarán expuestos a infinidad de mensajes que buscarán vender virtudes al por mayor, aunque la compra que ofrecen, no tengan servicio de garantía.