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En la entrega anterior se comentó respecto de las diferencias entre los sistemas sajón y latino del notariado así como de las eficiencias sistémicas producidas por la tecnología y los costos producidos por las trabas burocráticas.
Es común recibir comentarios de lectores en el sentido de que, para algunos procesos o trámites, las notarías son lentas. Sin pretender hacer una defensa particular, sí es conveniente advertir que los procesos y procedimientos notariales cada vez son más rápidos.
Las autoridades federales y también las estatales y municipales, no solamente en Sinaloa y en Mazatlán, sino en todo el País, han ido haciendo modificaciones e implementando sistemas informáticos, algunos más funcionales que otros, para que los trámites sean menos engorrosos, con menos papel, con menos traslados de las notarías hacia las oficinas gubernamentales y privilegiando los pagos con medios electrónicos.
Los notarios que piensan que para aprender Derecho hay que “vivírsela” en las oficinas gubernamentales, verán que el vertiginoso cambio tecnológico implicará una transformación no solo en la manera de trabajar sino de pensar. Hay que ser más eficientes, hacer más con menos, ser productivos y ahorrar tiempo. Tiempo es lo que hace falta.
Por ejemplo, en cualquier notaría se puede constituir una sociedad en un día. La mayor parte del tiempo que se requiere para tener lista una escritura constitutiva tiene que ver con “obstáculos” (normales y anormales) que se dan fuera de la notaría: encontrar una denominación que pueda ser utilizada por no invadir otra en uso o con una marca o algún derecho de propiedad intelectual con el que pueda confundirse (ejemplo de obstáculo normal) o conseguir una cita para tramitar la firma electrónica en el SAT, habida cuenta de que muchas de las notarías estamos autorizadas para dar de alta e inscribir en el Registro Federal de Contribuyentes (obstáculo anormal), con lo que se ahorra mucho tiempo y dinero.
Es más exacto afirmar que los empresarios padecen de la burocracia del sistema financiero, cuando los funcionarios (le juegan al abogado corporativo o al notario y) revisan con una lupa desconocida los estatutos y tienen cada ocurrencia… que bueno, ahí es donde en verdad se pierde mucho tiempo y se incurre en gastos inesperados. Ignorando, quizá, que en México la capacidad de las personas morales es tan amplia como su objeto principal, insisten en tener el sistema de enumeración exhaustiva de tal manera que a veces el objeto social es una rapsodia temática.
En la ocasión anterior me referí al informe del Banco Mundial (Doing Business, 2007) que, entre otras cuestiones, ubica casi como modelo a seguir el caso de Portugal, donde para constituir una empresa se ponen a disposición machotes (“actas constitutivas estandarizadas”) y se facilita, supuestamente, la apertura de empresas de manera muy rápida. Abrir una empresa en ese país demora tan solo ocho días, dice el reporte.
Implementar formularios DEFINITIVAMENTE no es la mejor manera de ser creativos ni de dar soluciones a la medida. Lo barato sale caro. Quien quiera comprar un “pagaré” de papelería que lo haga, sería tanto como automedicarse. Los negocios y los contratos no son estandarizados. No hay fórmulas preconcebidas para el éxito empresarial. Si así fuera, con el solo hecho de firmar un formulario habría casos de éxitos empresariales. El diseño portugués, evidentemente, no es el mejor.
Si logramos poner a trabajar a todos los operadores públicos y privados en un entorno de competencia y de bajos costos, privilegiando la eficiencia y el bienestar, no nos esconderemos en la búsqueda de soluciones complejas ni recetas que demuestren una facilona salida.