lqteran@yahoo.com.mx
Decía el filósofo Henri Bergson que el tiempo percibido por la vida era distinto al tiempo de los relojes, cronológico. Esa sensación la he tenido en este tiempo de reclusión en el seno del hogar, que me ha permitido leer algunos libros y releer otros de cuyo contenido conservaba gratos recuerdos. Poder disfrutar de la lectura es de las buenas cosas que nos deja este amenazante periodo del coronavirus: convivir por más tiempo con nuestros seres queridos y disfrutar gratos momentos en sumergirnos en las páginas que contienen bellas historias y profundas ideas filosóficas.
El “quédate en casa” me permitió cumplir esas lecturas pendientes, las cuales, en otras condiciones, se habrían quedado para siempre para las calendas griegas. Me sentí afortunado por el tiempo disponible para leer con la tranquilidad que nunca había tenido y cumplir el compromiso que tenía conmigo mismo de leer esos libros que había pospuesto por largo tiempo.
En mi caso, he aprovechado lo mejor posible la cuarentena provocada por la pandemia. Creo que a muchas personas les sucedió lo mismo, dándole a la contingencia un fin lo más útil posible, conviviendo de maravilla, dada la sintonía afable, con la familia, mantener la sana distancia cuando había que recibir el correo o algún encargo y tomando a buen recaudo las normas de higiene, como lavarse las manos con frecuencia acorde a las circunstancias.
Quedarán en nuestra memoria, por el resto de nuestra vida, momentos inolvidables de esta histórica pandemia. Sobre todo, los momentos trágicos, al enterarnos del ascendente número de personas infectadas o de lamentables muertes en nuestro país y en el mundo, también las gratas noticias de las personas que se recuperaron de la afección de ese virus.
Seguramente cada quien va a tener su propia experiencia de esta epidemia, de acuerdo con sus propias vivencias. Estoy seguro que en la inmensa mayoría de los hogares mexicanos prevaleció la armonía, y que el tiempo durante la pandemia se ha vivido de distintas maneras, pero siempre buscando el lado amable de las circunstancias para paliar la cuarentena, pensando en el bien de las personas para salir lo mejor librados de la grave contingencia.
Una lección queda grabada, la responsabilidad que demostró la ciudadanía en el País para cumplir con las medidas sanitarias dictadas por los especialistas de la Secretaria de Salud, para atenuar los efectos del virus que tantos estragos ha ocasionado en el planeta.
No podemos dejar de enfatizar la entereza de la ciudadanía en el desarrollo de la contingencia. En todo momento se ha portado a la altura de las circunstancias, sin flaquezas, con disciplina admirable, en cuanto a seguir las indicaciones de los especialistas, que por fortuna son de alta calidad en nuestro País.
Es justo se considere la solidaridad del pueblo mexicano, la disciplina mostrada durante el largo encierro del “quédate en casa”. Esa actitud responsable y solidaria es menester mantenerla también de manera invariable durante la nueva normalidad que iniciamos; no se puede bajar la guardia frente a la letalidad del coronavirus, en tanto su amenaza no desaparezca por completo del territorio nacional y del mundo.
Quedará para la historia lo positivo del comportamiento de la sociedad, ante los efectos del coronavirus. También, entre los aspectos oscuros, las manifestaciones retrógradas, carroñeras, de algunos sectores minoritarios que aprovecharon la pandemia para tratar de llevar aguas a su molino y sacar raja política, sin importarles el dolor humano a causa de los efectos letales de mortal virus. Como dicen en mi pueblo, esas personas no tienen sangre en el ojo. Así han sido y van a seguir siendo, porque su lamentable comportamiento corresponde a intereses económicos e ideológicos, siempre van a mantener una actitud conservadora.
La ciudadanía tiene claros los objetivos de su agenda, son sencillos, pero a la vez de una gran trascendencia: garantizar la salud pública universal, la gratuidad de la vacuna contra el coronavirus -que se está buscando con tanto empeño por parte de los científicos- y, sobre todo, no bajar la guardia contra el combate a la corrupción, hasta extinguirla de la vida política del País. En otras palabras, el establecimiento de la democracia plena y el bienestar de los pobres.