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Chichis y nalgas
Jesús Alberto Oliver nos ilustra sobre el mundo físico y el erotismo: “Unas mamas bien alimentadas y un trasero pronunciado son atributo físicos muy atractivos. ¿Por qué las bubis (anglicismo) no solo atraen a los hombres sino también a las mujeres? Porque los humanos somos mamíferos y las tetas (tetehuetl, abuela en náhuatl), han alimentado desde siempre a los retoños. Las mamas tienen que ver con la reproducción y supervivencia de la especie. Igualmente, un trasero pronunciado es señal, desde el paleolítico, de un buen corredor, es decir, de un buen cazador, y por ello un buen proveedor, lo que también tiene que ver con la alimentación y la reproducción de la especie. Ambos casos tienen que ver con la alimentación y con la reproducción de la especie. Entonces, con el erotismo”. Nótese: con el verdadero erotismo, el natural, el original, el auténtico, el erotismo arraigado en la esencia física de la especie (conste que no recurro a argumentos espirituales, desde donde la cosa se ve peor). No con esa patética simulación construida (repito el verbo: construida, inventada, adulterada) por la cirugía plástica (nunca mejor dicho: plástica). Esa cirugía: un monumento a la apariencia.
Engaño Colorido
Este poema de la monja inmortal, ilustra a la perfección esta idea:
Soneto 145. “Engaño Colorido” – Sor Juana Inés de la Cruz
Éste que ves, engaño colorido,
Que, del arte ostentando los primores,
Con falsos silogismos de colores
Es cauteloso engaño del sentido
Éste en quien la lisonja ha pretendido
Excusar de los años los horrores
Y venciendo del tiempo los rigores
Triunfar de la vejez y del olvido;
Es un vano artificio del cuidado;
Es una flor al viento delicada;
Es un resguardo inútil para el hado;
Es una necia diligencia errada;
Es un afán caduco, y, bien mirado,
Es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.
Feminismo y corrección política
Este párrafo no tiene desperdicio e ilustra muy bien el berenjenal intelectual en que se mete cualquiera que ose incursionar en estos enredados senderos que se bifurcan. “La cualidad de mutación de la Corrección Política se puede apreciar con extraordinaria nitidez en la revolución feminista de principios de la década de 1960, un proceso que rápidamente escapó al control de sus ideólogos. Ya en los años 70 se produjo la primera mutación. El feminismo se dividió en dos grupos antagónicos: el feminismo radical (Radfem) y el feminismo liberal (Libfem), esto es, el feminismo de la igualdad y el de la diferencia. Más tarde surgió el transfeminismo (Transfem), que entiende el género como un sistema de poder que produce, controla y limita los cuerpos. A su vez, este transfeminismo dio lugar a la aparición del feminismo radical y transexclusivista (Terf, en sus siglas en inglés) que es su antagonista. Así, además de la misoginia, aparece también la transmisoginia, es decir, feministas transfóbas que rechazan a las mujeres transgénero. Así, paso a paso, mutación a mutación, la revolución feminista ha derivado en un proceso caótico, donde las sucesivas identidades se desdoblan a su vez en otras nuevas que resultan antagónicas”. Este texto corresponde al primer capítulo de “La ideología invisible: claves del nuevo totalitarismo que infecta a las sociedades occidentales” (2020), del español Javier Benegas, quien “es conocido en las redes sociales por su activismo en defensa de la libertad y los valores de la civilización occidental”. “En conclusión, nos enfrentamos a un nuevo y temible totalitarismo, una ideología invisible, líquida y polimórfica que desborda las tradicionales fronteras ideológicas. Un monstruo con vida propia que apela a las emociones y no a la razón, a las ensoñaciones y no a la realidad, que promete proporcionar aquello que cada uno desee, aunque sea una identidad imposible. Incrustado dentro del propio poder, compra voluntades, proporciona prebendas a quienes son sus cómplices... y castiga con la muerte civil a quienes lo desafían”.