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"BUHEDERA"

"Sarcasmos"

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BUHEDERA

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    “Ella sabía cuándo aplaudir y cuándo chiflar, y eso era todo lo que necesitaba saber”.- George Orwell

     

    Guerras civiles

    Ya comenzaron en varios países. Como siempre, los gringos van más adelante que nosotros, pero este tsunami de odios sociales (artificiales, financiados, orquestados y dirigidos por móviles políticos desde las alturas de titiriteros ocultos) va a encender amplias regiones del planeta, por lo menos hasta las elecciones gringas de noviembre. Y yo recuerdo con tristeza dos películas. Una de ellas “Shenandoah” (1965) con James Stewart. La película narra la historia de un viudo que vive en un rancho en el estado de Virginia cuando estalla la guerra civil gringa. El jefe de familia tiene seis hijos jóvenes, no es dueño de ningún esclavo, y está decidido a que nadie de su familia se una a la guerra. Logra mantener a su familia apartada del conflicto durante unos pocos años, pero en 1864 la guerra llega a su familia. Como dice el refrán: cuando te toca, aunque te quites; cuando no te toca, aunque te pongas.

     

    Vino el remolino y nos alevantó

    La otra película es mexicana, de 1950, dirigida por Juan Bustillo Oro (1904-1988). Esta nota es de Juan Meléndez de la Cruz. “Es la historia de cómo el huracán revolucionario transforma radicalmente la vida de una familia, los Ramírez. El hogar está integrado por siete personas, el padre, don Patricio; la madre, Antonia y sus cinco hijos: Ramón, Antonia, Alejandro, Esteban y el más pequeño de 10 años. ‘Santa sangre de nuestros hijos derramada desde 1910. ¿Quién iba a adivinar entonces el oportuno impulso que se movía desde lo hondo de México y arrastraría a nuestros hijos? ¿Quién iba a pensar entonces que tras tanta música y tanto brillo de las grandes fiestas del centenario rugía ya la tempestad? Yo no la sentí llegar aquel día de septiembre de 1910 en que palpé con mis manos, temblando de dicha, la recompensa de tantos años de trabajo, no la sentí llegar pero era ella, la tempestad’.
    “Don Patricio no se dio cuenta de que sus hijos no sólo simpatizan con el movimiento antireeleccionista de Francisco I. Madero, sino que son militantes convencidos y dispuestos al sacrificio por alcanzar lo que ellos consideran sus ideales. El padre como figura de autoridad, pero sin llegar a ser impositivo, puesto que habla a sus hijos que ya se hicieron hombres y defienden sus creencias y orientaciones políticas. A pesar de su filiación porfirista, el padre de familia sufre la cárcel por las acciones de sus vástagos y ve destruida su imprenta que representa toda una vida de trabajo. El padre los increpa: ‘¿Cómo pudieron meterse en esta tarugada, siendo hombres de trabajo?’ El mayor le responde: ‘Somos hombres libres, padre, no estamos vendidos a la tiranía’. El padre riposta: ‘La vida es como es y no van a cambiarla una bola de mentecatos y bandidos que lo único que quieren es el desorden, para pescar en río revuelto y tomarlos a ustedes como instrumento. Y para que sepan, cuando se habla del señor Díaz se hace quitándose el sombrero’.

     

    Viento tempestuoso

    “Ramón, el mayor, muere abatido en un enfrentamiento con la policía porfirista y los dos siguientes huyen de la capital y se incorporan a las filas de la Revolución. Años después los hermanos Esteban y Alejandro se encuentran pero cada uno en bando distinto, Esteban con Álvaro Obregón y Alejandro con los villistas. Alejandro va a ser fusilado, pero es liberado por su hermano, por lo que Esteban es a su vez juzgado y fusilado.
    ‘Haremos de cuenta que fuimos basura. Llegó el remolino y nos alevantó. Y al mismo tiempo de andar en la altura, el mismo viento nos desapartó.
    “Antes de morir Esteban escucha la canción y dice a su captor: ‘Oiga eso, mi mayor, así nos pasó; andar peleando hermanos contra hermanos, a todos nos barrió la bola como el remolino’”.