El viernes le comentamos que el Gobernador Quirino Ordaz Coppel destapó sus “cartas” para el nuevo Tribunal de Justicia Administrativa que surgirá como parte del Sistema Estatal Anticorrupción y que reemplazará al hoy conocido como Tribunal de lo Contencioso Administrativo.
Según el documento, se plantean dos ternas para nombrar a los nuevos magistrados, que sustituirán a Lucila Ayala de Moreschi y a Gilberto Plata Cervantes, designados a inicios del sexenio de Mario López Valdez.
Los nombres son Héctor Samuel Torres Ulloa, Edna Liyian Aguilar Olguín, Andreyeb Terrazas Sánchez, Hugo Arturo Gamboa de la Cruz, Bismarck Alexandro Terrazas Osorio y Jesús Iván Chávez Rangel.
Y la cosa de los padrinazgos está así: Edna es sobrina del ex Gobernador Jesús Aguilar Padilla.
Iván Chávez es cuñado de Jesús Soto, actual subsecretario jurídico de Gobierno del Estado y gente de Gabriela Chaín, quien en pocas palabras está impulsando a quienes trabajaron con ella en el TCA y en el Ayuntamiento de Culiacán.
Pero bueno, si hasta el propio Quirino pone el ejemplo al promover a sus compas, cuantimás el resto.
Un cuento llamado
Acción Nacional
Érase una vez, un partido político que se llamaba Acción Nacional.
Sus iniciadores pugnaban por la democracia, por la apertura en elecciones, por castigar la corrupción, se reunían para elegir a sus dirigentes en fiestas democráticas que eran la envidia del partido en el poder.
Con el tiempo, fueron convenciendo más gente con ayuda de la realidad que le daba razón a sus críticas.
Hasta que, un día... Acción Nacional llegó al poder.
Habría entonces democracia. Sin embargo, nunca se prepararon para resistir los efectos del poder.
Acción Nacional fue envenenado y procreó seres perversos que en su insaciable ambición se comió hasta a los suyos.
Ayer y por segunda ocasión, el Consejo Estatal del PAN no consiguió reunir el quórum necesario para instalar su comisión permanente ni nombrar al resto del Consejo Directivo Estatal.
El cuento termina mal, con unos panistas obligados a caminar a ritmo del CEN Nacional.
Propuestas
Pablo Escobar, quizá el narcotraficante más mediático que haya dado el mundo de la delincuencia organizada en Latinoamérica es otra vez objeto de estudios y discusiones.
En este caso llegó a Sinaloa a través de su hijo, Juan Pablo, quien alejado del mundo criminal de su padre trae un discurso que nos hace mucha falta.
Presente para dictar una serie de conferencias en Culiacán y Mazatlán, el primogénito del capo llega con un discurso interesante dominado por conceptos como el perdón, la paz y el fin de la prohibición y las armas como respuesta a los problemas del narcotráfico.
Emisario y testigo de una época donde la violencia arrasaba Colombia, Juan Pablo llega a un México estragado por los mismos males de la época que vivió de niño, lo que le da a su discurso la pertinencia para ser escuchado.
Lejos del morbo, que seguramente llevó a muchos a escucharlo, deberíamos detenernos en su propuesta para combatir la narcoviolencia.
Lo primero que llama la atención es su grito de guerra: “Estamos hartos de la violencia”, una frase que podríamos adoptar la mayoría de los mexicanos, incluso hasta los mismos delincuentes.
La violencia ha trastocado nuestra forma de vida en todos los sentidos y aceptar que estamos hartos nos abre la puerta para buscar soluciones.
Bueno, Juan Pablo nos sugiere la primera: Declarar la paz a las drogas.
Hay que reconocer que la propuesta suena hasta revolucionaria, en un País donde se decidió acabar el problema a balazos y que lo único que a logrado es enviar a miles al cementerio.
También propone aceptar que las drogas ya están “legalizadas”, porque se pueden encontrar en cualquier lado.
Pone como ejemplo a los países y regiones de Estados Unidos que han legalizado la mariguana.
El camino no se ve fácil, no hay recetas perfectas, pero por lo menos deberíamos escuchar a alguien que viene del infierno y que asegura que las balas no resuelven nada.
Cierra diario
Después de 27 años de editarse, el periódico Norte de Ciudad Juárez dejó de imprimirse desde ayer.
La causa, según explicó en una editorial, su director Óscar Cantú Murguía, es la incertidumbre en la que trabaja el periodismo.
Miroslava Breach, la periodista asesinada en Chihuahua, era colaboradora de este diario.
Su asesinato, más la incertidumbre comercial y la asfixia de los gobiernos que no pagan, llevaron a sus directivos a decidir por el cierre.
Para ellos, no vale la pena el “tiro”.
“En estos 27 años”, escribe Cantú, “con sus muy honrosas excepciones, se nos dejó solos”.
Esta realidad que describe se aplica en cualquier rincón del país, donde existen esfuerzos de periodismo libre, profesional y crítico, que no encuentran la seguridad para subsistir.