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"OPINIÓN"

"Rocha y el difícil camino a la unidad"

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    jesusrojasriver@gmail.com

     

    A finales de diciembre anunciaron su candidatura, despejaron la duda en conferencia de prensa nacional. Sería él y no Imelda, sería él y no un tal Químico, sería él y no Gerardo Vargas Landeros. Cuando todo parecería festejo, la mirada de Rocha Moya se extraviaba entre los presentes, sabía desde entonces lo que ahora conocemos, lograr la unidad costará muchas noches de desvelos, negociaciones y reclamos.

    La historia no comienza ahí, viene de antes. En tantos meses de incertidumbre, ni él, ni sus operadores pudieron tejer fino y crear puentes con los contrincantes internos. Con algunos fue duro, con otros descortés y a uno de ellos, simplemente jamás le tomó la llamada. Hoy, con la candidatura en las manos, quisiera tenerlos juntos, cerrando filas, apoyando su causa, levantando las manos en señal de unidad. Pero eso no es posible, no por ahora.

    Imelda Castro caminó hasta el final, estuvo a punto de ser nombrada, fue la más cercana competidora y la primera en levantarle la mano al ex Rector. Mujer de convicciones y palabra, que con tantos años en la verdadera izquierda sabe que los berrinches no son buenos. La disciplina mostrada no fue para agradar al investido, ella está consciente que el agradecimiento vendrá del Presidente, lo hizo por su amigo el de Palacio Nacional, no por el compañero del Senado, que dicho sea de paso, le ha jugado duro en varias ocasiones, a veces con rudeza innecesaria.

    En Mazatlán las cosas se salieron de control, el Alcalde sabía que no estaría ni cerca de ser candidato. Pero apostaba por la negociación, por acordar su reelección y algunos distritos. El Químico tiene años construyendo un grupo político al interior de Morena, está aliado con diputados y diputadas federales, locales y uno que otro alcalde. Pero ni agua va, cuando les avisaron de la decisión una hora antes del nombramiento, intentó hablar sobre los otros espacios y la respuesta en la oficina de Mario Delgado fue tajante, “de eso luego se hablará” le dijeron. Se puso como fiera, le dieron una patada en su arrogancia.

    Gerardo Vargas insistió una, otra y otra vez, que él sería en candidato. El día del nombramiento guardó silencio por horas, hasta que esa misma tarde anunció, retador y envalentonado que “aparecería en las boletas”. Discurso que ha mantenido hasta la hora de escribir esta columna, con el ex secretario general de gobierno, de una cosa pueden estar seguros, o se arreglan apalabrando acuerdos o se enfrentan a donde tope. El ex priista, perfeccionó en años el oficio de la diestra y la siniestra.

    Rocha Moya conoce la izquierda, en algunos momentos de su vida militó en ella, pero con el tiempo aprendió lo que en México es muy común, la izquierda sirve para hacer discursos que luego se cobran con la derecha, para pregonar ideales en hermosos versos y recitales, para luego darse cuenta que la “conciencia de clase” es un recuerdo del pasado revolcado como un gato pardo en todos los años de servicio a los poderosos. Discursar exaltando a los pobres, viviendo como rico muy lejano a las miserias del socialismo. -Parafraseando a Winston Churchill-.

    Y porque la conoce sabe que el partido donde ahora milita es un polvorón, el reflejo de lo que ha sido siempre la izquierda en México. Un nido de intereses diversos bajo un discurso común, tribus enfrentándose con cachiporras, arcos y machetes. Negociando y repartiéndose la vaca que aún no tienen, pero ya sienten merecer.

    Rocha está preocupado porque sabe que la unidad la logrará únicamente empeñando el futuro, tiembla al pensar que no hay en Sinaloa un liderazgo de partido o una estructura institucional que pueda contener el feroz ataque de las tribus. No duerme pensando en las próximas fracturas que se presentarán al repartir a unos y negar a otros las candidaturas a las alcaldías, las diputaciones federales y locales. Lo peor para él, es que no está en sus manos, no tiene control sobre ello y eso lo tiene desgastado, ojeroso y temblorín.

    Por eso, cuando leo a los columnistas y opinólogos decir que la elección de 2021 serán para Morena un día de campo, el único campo que se me viene a la mente es de Gembloux en la guerra de Flandes, cuando las tropas de Juan de Asturias tomaron por sorpresa a un festivo grupo de rebeldes holandeses que creían justo que las campañas se ganan por decreto. Luego le seguimos.