"Rescatar a los héroes de batas blancas. Nuestro abandono al personal médico"
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Resonancia del clamor generalizado para que los trabajadores de la salud reciban condiciones dignas de trabajo, protección y buenos salarios, la Diputada Guadalupe Iribe Gascón arrojó ayer otro dardo certero a la conciencia pública para que aquellos que arriesgan la vida propia al atender a los enfermos de Covid-19 no solamente sean calificados de héroes sino que sean tratados como tales. En contraste, la realidad es deprimente: los gobiernos, ciudadanos e instituciones los hemos dejado solos en la lucha contra el virus.
A veces profesionistas que celebran la recuperación de sus pacientes, a veces ángeles que son los únicos que están junto a los enfermos y los despiden al transitar de la agonía a la muerte, nunca la sociedad podrá recompensarles, ni siquiera comprender, la dimensión de la abnegación ofrendada al desvalido. Aunque, por si sirviera de algo, el abrazo cívico debe arroparlos ya antes que el ejército albo sufra mayores consecuencias del frío abandono de los servidores públicos.
Qué importa volver al principio de la larga historia de desamparo si es que ayuda al repaso para justipreciar los errores. Al exponer que en Sinaloa hay más de 2 mil 300 trabajadores del sector salud que se encuentran laborando por contrato y además en situaciones precarias, de los cuales alrededor de mil 200 trabajadores tienen una antigüedad de siete años, la legisladora priista tocó una de las tantas heridas que deberían dolernos a todos.
Por si fuera poco, el Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República exhibió en una investigación de marzo que médicos y enfermeras mexicanos enfrentan el Covid-19 en condiciones desventajosas. Los galenos reciben una remuneración económica promedio de 16 mil 146 pesos mensuales, apenas una tercera parte de lo que pagan los gobiernos de Brasil y España. Las enfermeras ganan en promedio 9 mil 909 pesos por mes, menos de la mitad de lo que obtienen las enfermeras en Chile o Italia.
Hace falta una gran jornada social para exigir que los trabajadores de la salud se beneficien de un nuevo esquema de percepciones, crecimiento profesional y estímulos por esfuerzos extraordinarios, reclasificándolos como sector esencial. Aparte de ser piedra de toque para conocer los puntos débiles del sistema de prevención y atención de emergencias sanitarias, tendríamos médicos y enfermeras suficientes y más preparados para actuar en contingencias futuras.
Pero esa solidaridad con los héroes de batas blancas ha de construirse desde los cimientos. Desde la base social les estamos fallando porque desoímos la súplica que se nos plantea de distintas maneras para que hagamos lo correcto en cuidarnos entre todos y así salvar la vida propia y la de los médicos, enfermeras, laboratoristas y toda la cadena clínica que interactúa en la atención de los que el virus SARS-CoV-2 alcanza en la propagación sin freno.
Adicionalmente a las fallidas promesas del Gobierno de México para basificar a los trabajadores de la salud cuya antigüedad lo amerita, así como federalizar las plazas, los sinaloenses agregamos la imprudencia y el dolo que los pone en máximo peligro. Miles de personas expuestas al contagio de la Covid-19, gente que anda como si nada y expone a los demás en esa extraña propensión a infectarse, le tumba el ánimo a cualquiera.
Nada nos concientiza ni nos conmueve. Mientras conduce la ambulancia que traslada a equis enfermo de coronavirus, un trabajador de la salud se graba a sí mismo en un video que es la última súplica a los insensatos, y con la impotencia de ver caer en los hospitales a sus colegas y los pacientes, grita en las redes con el dramatismo que tendría que calarnos hondo la desesperada frase de “con una chingada, ¡cuídense!”.
Recapacitemos. Los más de 7 mil recuperados de Sinaloa y casi 160 mil en México se los debemos a trabajadores de la salud que pudieron sacar a los enfermos de coronavirus de cuadros clínicos próximos a la muerte y los trajeron a la prolongación de la vida. Repensemos en lo individual y colectivo la deuda que tenemos con la legión de las batas blancas y vayamos junto a ellos en la lucha para que las instituciones gubernamentales les den seguridad social y certeza laboral.
No sabemos cuántas llamadas de auxilio más serán necesarias para que el Estado mexicano, desde el Presidente Andrés Manuel López Obrador hasta el Gobernador Quirino Ordaz Coppel y los alcaldes de los 18 municipios, instauren un plan emergente de aliento al personal médico que se mantiene firme en los hospitales y centros de salud lidiando contra el coronavirus, a veces sin más escudo o arma que la inextinguible vocación de servicio. Lo que sí sabemos es que no podemos dejarlos solos.
Reverso
Este mal que sufre México,
Hace mucho que lo tenía,
Por dejar en la agonía,
A su gran equipo médico.
Centro conflictivo
Al calor de la pandemia se están sobrecalentando los ánimos entre comerciantes del centro de Culiacán y el Alcalde Jesús Estrada Ferreiro, debido a que el virus de la confrontación se ha instalado por encima del fundamental regreso al diálogo. Siempre existen las soluciones intermedias y hay que acudir a ellas hasta que cedan las intransigencias de las partes, por lo tanto urge pensar en la ciudad, en los culiacanenses y en los que tienen en las vendimias sus únicos medios de sustento. Órale, que no mueran los negocios, ni la razón, ni los contagiados por la Covid-19.