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La crisis del Covid-19 a estas alturas ya califica como hecho histórico. Para muchos de nosotros, no sería fácil recordar otro episodio de cuarentena y aislamiento social tan amplio. El cierre de las escuelas y de otras actividades no esenciales ha sido una medida extraordinaria, que se extiende ya por largas semanas. El objetivo es claro, salir de esta con la menor cantidad posible de fallecidos.
Como todo momento que pasa a la posteridad, estará pendiente la historia que se contará de este episodio. En Mexicanos Primero Sinaloa nuestro foco está puesto en la defensa del derecho a aprender. ¿Qué le contaremos al respecto a nuestros nietos? ¿Cuáles fueron los impactos de esta crisis en el aprendizaje? ¿Qué tan buenas o malas fueron nuestras decisiones?
Por una parte, podemos contar la historia de la realidad. Aquella que nos habla de una pandemia que cobra vidas a un paso acelerado en Sinaloa, sobre todo en Culiacán. Una realidad de escuelas que permanecerán cerradas por al menos ocho semanas, de vacaciones que no fueron tal. De un sistema educativo que reveló todas sus falencias. De un Sinaloa desigual, con poca conectividad y tecnología y que ante las decisiones tomadas, mostró una vez más que inclusive la capacidad de adaptarse a situaciones extraordinarias, es mayor o menor dependiendo del lugar en el que se nació.
Situarse en este lado de la historia, trae como consecuencia lógica ansiedad, temor y estrés. Y también, debiera generar la necesaria urgencia para pensar, sobre todo, y primero que cualquier otra cosa, cómo privilegiar en cada decisión tomada, el interés de aquellos más marginados: personas con discapacidad; comunidades con alta pobreza, niñas y niños en comunidades de trabajadores agrícolas que migran.
Por otra parte, tenemos la historia de la esperanza. Aquella que nos habla del optimismo que tanto las familias como los estudiantes tienen respecto a su futuro y sobre el rol de la educación como camino a una mejor vida. Una realidad de escuelas trasladadas a la sala, al comedor, a la cocina o a la habitación, demostrando que la escuela no es el edificio físico, sino las interacciones entre personas que quieren aprender. Inclusive, la historia de una sociedad que vuelve a valorar las aportaciones de maestras y maestros al porvenir económico, social y cultural. Educar nunca ha sido tarea fácil y como padres, acompañamos, pero nunca reemplazamos.
De este lado de la historia, está la motivación para atreverse a educar con herramientas y estrategias digitales que aún no nos pertenecen y que quizás pronto sí logren ser nuestras. Pero también, la invitación a estar alertas: nada reemplaza a la educación en persona. Cuando sea el momento de regresar a las aulas, habrá que volver con más fuerza, más profesionales, rigurosos y comprometidos que antes.
Lo cierto es que, como todo en la vida, esta no es una situación de blancos y negros, sino de matices. Hoy necesitamos una gran capacidad de adaptar nuestras respuestas al avance diario y semanal de esta pandemia. Lo que funciona en Barras de Piaxtla no funcionará necesariamente para San José del Llano. Lo que sirve en la ciudad, no servirá en el ejido.
Sólo dar esperanza sin realidad, es crueldad. Sólo dar realidad sin aspirar a cierto grado de esperanza, también. La responsabilidad y el objetivo al final de esta pandemia es claro: garantizar primero la vida y luego el derecho a aprender de estudiantes, docentes y familia, siempre partiendo por quienes más lo necesitan. Para eso, estará cada día presente el compromiso de la comunidad detrás de Mexicanos Primero Sinaloa.