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La autoestima es básica para lograr el desarrollo armónico e integral de sí mismo. La persona que tiene autoestima supera cualquier prueba que se le presente, ya que no experimenta pavor o angustia exacerbadas debido a que conoce sus virtudes y defectos, por lo que se aprecia, acepta, respeta y manifiesta afecto por sí misma.
El concepto nació con William James, pero fue resaltado por Maslow en su conocida pirámide y desarrollado ampliamente por el psicólogo humanista Carl Rogers, quien afirmó que la génesis de muchos problemas estriba en el desprecio o sentimiento de poco valor e indignidad que sienten las personas.
Tal vez alguien considere que tiene muchos errores y defectos; sin embargo, como advirtió Albert Camus: En la persona hay más cosas dignas de admiración que de desprecio”.
Solamente las personas con sana autoestima pueden amar y ser amadas, pues con su madurez evitarán cualquier lazo de conmiseración o dependencia, resaltó Virginia Satir:
“Quiero amarte sin asfixiarte, apreciarte sin juzgarte, unirme a ti sin esclavizarte, invitarte sin exigirte, dejarte sin sentirme culpable, criticarte sin herirte y ayudarte sin menospreciarte. Si puedo obtener lo mismo de ti, entonces podremos realmente encontrarnos y enriquecernos mutuamente”.
Empero, la baja autoestima no solamente es personal, sino también tiene alcance social, reforzó el Papa Francisco en los números 51-53 de la Encíclica Fratelli tutti al mencionar que algunos países exitosos económicamente son presentados como modelos a imitar, en vez de estimular el desarrollo propio: “Esta nostalgia superficial y triste, que lleva a copiar y comprar en lugar de crear, da espacio a una autoestima nacional muy baja... Destrozar la autoestima de alguien es una manera fácil de dominarlo... no existe peor alienación que experimentar que no se tienen raíces, que no se pertenece a nadie”.
¿Refuerzo mi autoestima?
