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Les comparto que dentro de mi familia hay regocijo por la llegada de Amanda, nombre que decidieron imponerle sus padres, Anamar, nuestra hija, y Raúl, su pareja, cuyos cercanos también celebran por igual a la recién llegada.
Amanda, nombre propio que proviene del latín Amandus, cuyo significado, como nombre femenino, es “la que debe ser amada” o bien, “digna de amor” y ¡vaya que así será!
Bien, no cabe duda que la irritación social, así como llega se va de inmediato ante la secuencia de hechos, cuya seguidilla es como un carrusel, de tal suerte, que no alcanzan a marcar huella, con la hondura necesaria para convertirse en motor de la agitación colectiva que empuje a conseguir soluciones.
Ahorita lo de moda es el tema del defenestrado Presidente de Bolivia, Evo Morales, quien ahora se encuentra en nuestro país en calidad de asilado, aunque claro, hay niveles en ese terreno, y Evo no está pasando las penurias de los miles de refugiados extranjeros perseguidos por la miseria que se encuentran en nuestra frontera con los estadounidenses.
La lluvia de memes en torno a Evo, promovida por los defensores a ultranza del neoliberalismo y en la mayoría de los casos, reenviados masivamente con ignorancia total por parte de los rebotadores, acerca de su gestión como Presidente de Bolivia, mantiene inundadas las redes y la discusión pública, del tal suerte, que lamentables eventos han pasado ya a ser parte de la cada día más amplia desmemoria social.
Las noticias y todo lo que huele a Juan Evo Morales Ayma, considerado el primer Presidente indígena de su país, por ejemplo, dejaron atrás la masacre perpetrada en contra de la familia LeBarón en la que fueron asesinadas tres mujeres y seis criaturas, hecho criminal que conmovió, por unos días al mundo y a nuestra nación.
Hoy la prontitud con la que vivimos y la saturación de información que nos llega por las redes, aunada a las circunstancias del refugiado boliviano, tema que también ha dado para que los adversarios del Presidente de la República lo surtan a golpes mediáticos, ha apagado el ardor que levantó el bestial asesinato múltiple y ya toca la salida de la preocupación social, para alivio de las autoridades.
Al asilo de quien en su niñez y adolescencia fue cuidador de llamas, y que entre otras cosas, también fue trompetista, una gran mayoría de los críticos le están dando el trato de inédito, cuando nuestro país ha abierto las puertas a otros personajes caídos en desgracia política, o bien, activistas perseguidos por sus gobiernos.
Y la apertura del asilo en México no se da solo por decisión presidencial, hay legislación al respecto y acuerdos internacionales de los cuales nuestro país es suscriptor.
Hay que recordarle a los panistas que hoy se rascan las vestiduras por la presencia de Evo, que el ahora pretendido luchador social y ex Presidente de México, Felipe Calderón asiló al hondureño Manuel Zelaya, quien fue tumbado de la presidencia hondureña, precisamente por tratar de reelegirse en su cargo. Que recuerde, no hubo protestas de parte de los entonces correligionarios de Calderón Hinojosa.
Según la poca información que tengo, la gestión presidencial del hijo de Dionisio Morales Choque y María Ayma Mamani, logró grandes éxitos para el bienestar social de la población, bajando de manera efectiva la pobreza y manteniendo un excelente crecimiento económico, sin embargo, al igual que le ha sucedido a otros activistas que han llegado al poder, a Evo le fascinó el ejercicio del mando supremo nacional y procuró eternizarse al frente de los destinos de Bolivia y ahí estuvo su tarugada, echando por la borda todo lo logrado.
El caso de Evo Morales debe ser aleccionador para el propio Presidente de la República Andrés Manuel López Obrador y para todos aquellos que piensan que la popularidad y los éxitos de gestión, son argumentos suficientes para lograr reelección tras reelección.
¡Recuérdame! Dice la rúbrica de un comercial de un producto Marinela, misma que debe estar siempre presente en la conciencia de los seguidores a ultranza de López Obrador. ¡Buenos días!