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La página web de los Récords Guinness es clara y, hasta cierto punto, atractiva. Su edición en español divide la información en: animales, arte y manualidades, famosos, colecciones, moda y maquillaje, comida y bebidas, videojuegos, cuerpo humano, aprendizaje, maratones, participaciones masivas, dinero, naturaleza, tamaño, velocidad, deportes y fuerza, estructuras, tecnología e internet y transporte.
En animales uno puede encontrarse “desde perros que andan en patineta hasta el gato con la cola más larga. En arte y manualidades es posible ver “desde la pintura más costosa hasta la cobija de crochet más grande” (llama la atención la venta de la pintura más cara realizada por un artista vivo -Jasper Johns-; una bandera de los Estados Unidos por la que su comprador desembolsó 110 millones de dólares). En participación masiva uno puede toparse con el dominó humano más largo del mundo, el baile de Thai más grande, la mayor cantidad de personas flotando en el mar sin ningún apoyo plástico, gente vestida como Elvis, Superman, en kimono, usando el mismo tipo de casco o alineadas en un río.
El apartado de colecciones es curiosísimo; ahí es posible encontrarse con el hombre con más años vendiendo helados en un carro, el niño con menor edad que acumula más competencias de rodeo, la colección más grande de muñequitos de Star Wars, conos de tráfico, bolsas para vomitar en el avión, el niño que ha dado más giros de 360 grados en patineta en 30 segundos...
Y aunque los registros de Guinness nos muestran un sinnúmero de cosas asombrosas e impensables (algunas realmente estúpidas), picoteando sus categorías me percaté de que su clasificación es incompleta. Faltan algunos récords dignos de ser exhibidos en su página, los cuales sin duda, serían más sorprendentes que el largo de las uñas, la cintura, grosor de la trenza de pelo o el número de niños vivos a los que dio a luz una mujer norteamericana.
A la página principal le falta un apartado que se llame “desatinos políticos”, y en el que podría registrarse el sinnúmero de ocurrencias (que en realidad son estupideces) con las que los políticos del mundo entero gobiernan a sus pueblos.
Antes de continuar quiero dejar algo en claro: la propuesta tiene un objetivo disuasor. La idea es que los políticos de turno, antes de que echen a volar proyectos “pensados” para hacer historia, se den cuenta que alguien con más entusiasmo y creatividad, les ganó la idea y así no pierdan tiempo y dinero intentando poner en marcha un proyecto que nació sin tener la posibilidad de llevarse los reflectores. Van unos cuantos ejemplos extraídos del bestiario político mexicano que podrían ser registrados sin mayor problema en el libro de los Guinness.
En la categoría de “dichos desafortunados”, la pelea entre Vicente Fox, Enrique Peña Nieto y López Obrador sería mortal. Va una muestra del punch de Vicente Fox.
En plena campaña electoral un reportero le preguntó sobre la estrategia para resolver el conflicto armado en Chiapas, pregunta que contestó así: “Resolveré Chiapas en 15 minutos”. Y cuando se le preguntó sobre el plan de Pemex para hacer frente a las subidas y bajadas del precio del petróleo dijo: “Pemex es igual a la Virgen de Guadalupe; son símbolos para los mexicanos que deben manejarse con mucho cuidado”. ¡Y no podemos dejar de lado la inolvidable Cumbre de la ONU organizada en Monterrey, donde evitó el encuentro entre George Bush y Fidel Castro del siguiente modo! “Comes y te vas”.
Hubo otras frases de don Vicente que no tienen desperdicio y que le pueden servir para que usted lo desmarque de sus dos contrincantes mexicanos: ante la salida de Alfonso Durazo como vocero de la presidencia dijo: “Al mismo Jesucristo se le fue uno de los 12; aquí también se nos fue uno, ni modo!”. Cerraremos con dos más para no dejar dudas de su incomparable ingenio: “Los migrantes mexicanos hacen trabajos que ni siquiera los negros quieren hacer”; “El 75 por ciento de los hogares de México tienen una lavadora, y no de dos patas o de dos piernas, una lavadora metálica”.
Y si eso le pareció digno de récord, sujétese al momento de leer y recordar algunas de las joyitas que nos regaló Enrique Peña Nieto durante su gestión. En el XII encuentro empresarial iberoamericano espetó: “Hay vida después de la presidencia”. En uno de los muchos eventos que tuvo con militares dijo: “Quienes digan que estamos en un país en crisis, crisis es seguramente lo que pueden tener en sus mentes”. Y tan solo al aterrizar en uno de sus viajes de supervisión para cuantificar los daños causados por el sismo de 2017 refirió: Estábamos por bajar acá en Oaxaca; estábamos como a un minuto, no, menos, como a cinco minutos”. Otra genialidad difundida en la FIL de Guadalajara fue: “La verdad es que cuando leo libros, me pasa que luego no registro del todo el título, me centro más en la lectura, pero más o menos te da una idea de los libros que he leído”. Y cuando le preguntaron sobre el precio de las tortillas, respondió: “No soy la mujer de la casa”. “¿Ustedes qué harían” y “Se creó el Instituto Politécnico Nacional ya hace poco más de 40 o 50 décadas”, son otras dos joyitas que pueden competir por un espacio en el Guinness.
Y si los dichos de Peña Nieto le parecieron con potencialidad, por favor, déjese impresionar por los decires de nuestro actual Presidente; ninguno-tiene-desperdicio. Van unos cuantos para que usted decida quién debe figurar como el campeón Guinness del fraseario presidencial.
De menos a más, las frases podrían acomodarse así: “Aparento más [años], lo que pasa es que estoy aflojado en terracería”; “Me pueden decir Peje, pero no lagarto”; “Vamos a limpiar las escaleras de arriba abajo”; “Yo tengo otra información”; “Ya compraron un avión presidencial de lujo para 280 pasajeros. No lo tiene ni Obama”; “Al diablo con las instituciones”; “Me producen ternura, ternuritas”; “En el caso que nos ocupa de la violencia, de la inseguridad pública, podemos resumir: abrazos, no balazos”; “Vamos a terminar con la corrupción y la impunidad. ¡Me canso ganso!”.
Conozco el procedimiento para proponer nuevos récords. Es cuestión de que me ayude a elegir a nuestro gallo. Cualquiera tiene el currículum dicharachero requerido para figurar en el Guinness.