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Exige ser sensible y solidario con el personal médico, visitarlos un día sí y otro también, desde camilleros, hasta las cabezas de las instituciones. Hacerles llegar ya el material que requieren para la emergencia.
Querer a México obliga a atender criterios científicos para evitar contagios y muertes; defender a la ciencia como el mejor y único instrumento de gobierno. Ciencia en lo sanitario y lo económico. Querer a México demanda un acto mínimo de contención del ego suspendiendo los caprichos que ningún beneficio aportan en plena crisis. No hay recursos para tests, medicamentos y uniformes sanitarios, pero sí para un tren que nadie solicitó, para una refinería condenada y para enterrar un aeropuerto. Continuar con los caprichos es un carísimo acto de soberbia ofensiva, de desprecio a nuestra nación, a la vida.
Querer a México exige escuchar a los empresarios -poder permanente- que son los que generan empleos productivos. Son mexicanos esenciales -de todos tamaños- para evitar así el desempleo y la creciente pobreza. Querer a México suponía aplaudir el importante acuerdo de crédito a empresas entre BID Invest y el Consejo Mexicano de Negocios, no criticar con mezquindad el “tonito”. Mañanera -la de ayer- destructiva con amenazas al Banxico y otros.
Querer a México sería respetar los ahorros de los mexicanos llámese “Fondo para eventos catastróficos” o Afores, que hoy tiemblan. Querer a México supone hablar con la verdad siempre, ¿de dónde van a salir los 2 millones de empleos anunciados? Mentira que merma la autoridad que tanto necesitamos en plena emergencia. Autoridad ética por la cual debería velar para poder conducir a la nación. Querer a México es respetar a los informadores, no agredirlos como ocurre cada semana (Pascal Beltrán del Rio y Leo Zuckermann, los más recientes).
Querer a México obliga valorar la vida. Ya hay más de 100 muertes por día y alrededor de 20 mil empleos se pierden a diario. ¿No es ello suficiente para conmover? ¿Qué más debe ocurrir para sacudir la entraña de quien tiene la mayor responsabilidad y las mejores posibilidades de ayudar? Acaso pesa más el dogma que el valor de la vida. El País sangra y lo que menos requiere es un gobernante que -con actitud despótica- intenta gobernar por decreto, como si no existieran marcos normativos y legisladores que le piden desolados no seguir rompiendo al país, no acabar con la estructura de Gobierno en la peor crisis del último siglo.
Querer a México demanda atender los reclamos de un creciente grupo de gobernadores que apelan a una revisión del pacto fiscal, poniendo, en los hechos, en entredicho el pacto federal. ¿Cuantas guerras y muertos están detrás de la difícil consolidación de ese pacto?
Querer a México exige disipar cualquier duda sobre el respeto al orden constitucional como lo han exigido decenas de senadores de oposición y respeto a la división de poderes. Apropiarse del presupuesto es un golpe a esa división. La pandemia al servicio de la concentración de poder. Escuchar es parte del mandato de un gobernante que ama a su país. Querer a México es entender los tiempos de excepción que vivimos y que exigen una nueva estrategia económica como en otras latitudes. Querer a México implica humildad para reconocer aquello de lo que no se sabe, lo que se ignora y permitir que sean otros los que sustenten las decisiones.
Querer a México como -lo reclama Beatriz Pagés- es saber para qué se quiere gobernar. De no saberlo, se debería ceder la responsabilidad. Querer a México implicaría en este momento llorar en soledad, por los muertos, por los enfermos, por las familias destruidas, por los hogares quebrados, por los desempleados, por los hambrientos y levantarse a diario a entregar la mayor energía en auxiliar a los que ya ayudan, a los que proponen, a los que -con hechos- quieren a México. Querer a México exige dejar de sembrar miedo entre los mexicanos.
¿Es acaso mucho pedir? ¡Querer a México!