Editorial
En un país en el que la impunidad sigue siendo tan alta, violentar a una mujer no implica mayores riesgos que ejercer esa violencia. En la mayoría de los casos, se comete el crimen y pasa el tiempo y se mantienen sin ser esclarecidos.
Tal vez en los crímenes que se presentan en condiciones extraordinarias, como asaltos en espacios públicos, es cuando se alcanza a esclarecer algunos de ellos. Pero en la mayoría, la justicia para las víctimas nunca llega.
En Mazatlán, en pleno día en que se conmemoraba el día contra la violencia hacia las mujeres, una de ellas, una mujer joven, fue asesinada durante un asalto a una tienda de conveniencia. Las autoridades reportaron la detención del responsable. Porque fue precisamente en ese tipo de espacios públicos.
¿Qué caminos hay que tomar para que ese tipo de violencias, y las otras también, dejen de realizarse? ¿Cómo garantizar, primero, que ninguna mujer será agredida en ninguna de las formas y después, cuando eso llegue a ocurrir, garantizar que habrá justicia? ¿Cómo encaminar las responsabilidades del Estado mexicano para que su compromiso de erradicar la violencia hacia las mujeres se haga realidad?
Porque en México y en Sinaloa se siguen escribiendo historias de violencia, sobre todo hacia las mujeres, porque las condiciones aún no han cambiado. Porque además, se ejerce la violencia y no hay castigo y sobre todo, porque aún prevalece una tendencia social de querer justificar ese tipo de agresiones.
Sí, se requiere una mayor educación, tanto para identificar ese tipo de violencias como para denunciarlas y condenarlas. Se requiere también un sistema de justicia eficiente, que atienda las necesidades sociales. Y se requiere, urgentemente, un cambio social, en el que ningún tipo de violencia sea ya tolerada.
En la medida en que se avance en estas medidas, los 25 de noviembre, la fecha en que se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, adquirirá un nuevo significado, para todos.