Hemos comentado mucho sobre la necesidad de profundizar el sentido de nuestra vida, pero nunca nos cansaremos de buscar nuevos yacimientos que permitan pensar con mayor madurez respecto al tema, porque es el tópico central que da coherencia, propósito y significado a nuestro proyecto vital.
Los progresos de la ciencia y el desarrollo de nuevas tecnologías han logrado alargar considerablemente el índice de expectativa de vida. Sin embargo, lo que no ha evolucionado a la par es el sentido y significado de ella.
En efecto, existe toda una industria obsesionada por elaborar, fabricar y proporcionar artículos que detengan el envejecimiento y permitan gozar por más tiempo a la población adulta de movilidad, belleza y vigor.
No estamos en contra de gozar de más años en plenitud, pero sí queremos reforzar la centralidad y profundidad que se debe conceder al sentido y significado de ese alargamiento.
Por más que los progresos científicos prolonguen la vida, es inevitable que llegará un momento en el que experimentaremos lo que Teilhard de Chardin denominó “la disminución masiva”; es decir, la experiencia de envejecer y sufrir.
Un error muy común es circunscribir o delimitar el envejecimiento a la tercera edad, cuando es un proceso que inicia desde el momento de la concepción. Es cierto que en la edad adulta se experimentan con mayor virulencia los efectos del envejecimiento, pero no es en ese instante cuando tienen su génesis o raíz.
Es importante ser conscientes de este proceso para no impactar la vejez con depresiones, amarguras, melancolías y rencores. El ideal es vivir a profundidad para tener una longevidad satisfactoria y decir con el poeta Robert Browning: “¡Envejeced junto a mí!, todavía nos aguarda lo mejor, el final de la vida... la juventud solo muestra la mitad”.
¿Profundizo constantemente mi vida?
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@rodolfodiazf