Editorial
Durante décadas nos acostumbramos a que las dependencias responsables de vigilar a las empresas se hicieran de la “vista gorda” o simplemente carecieran de los “dientes” necesarios para impedir los abusos al consumidor.
Claro, muchas de las empresas eran públicas y las dependencias ligadas al gobierno difícilmente se iban a castigar entre ellas.
Pero resulta, que después de todo la 4T ha traído algunas buenas prácticas y una de ellas es que por fin ha hecho funcionar dependencias como la Procuraduría Federal del Consumidor.
Un organismo que se limitó a ver los “toros desde la barrera” durante años y que por fin ha dado el siguiente paso, ha sacado el machete y comienza a cortar de tajo muchos de los abusos que hemos tenido que soportar como consumidores.
Casi siempre, el trabajo de Profeco se quedaba en una crítica, en indicadores a los que nadie hacía caso, en gráficas que no tenían ningún impacto, permitiendo que las empresas hicieran lo que les diera la gana.
El mercado mexicano, sobre todo el que tiene que ver con alimentos, se ha convertido en una de las grandes fuentes de enfermedades sin que nadie haga nada por impedirlo, o por lo menos por contenerlo.
Hace unas semanas, la Profeco no solo anunció los productos de carnes frías que son más agua que carne, y no solo provocó un escándalo, sino que prohibió que los productos siguieran vendiéndose.
Unos días después enlistó a las empresas que más quejas reciben de los usuarios y ahora ha “reventado” la industria de lácteos, donde se vendían quesos y yogures con ingredientes y pesos falsos.
Ahora los nombres de las grandes empresas, antes intocables, aparecen en los noticieros como delincuentes comunes, un enorme paso que nos asegurará que no lo vuelvan a hacer o por lo menos que mejoren sus productos.
Ya era tiempo de defender realmente al consumidor.