‘Cuando la política y por extensión el periodismo de opinión, se mide desde las emociones, todos perdemos, nos invade el prejuicio, la maledicencia, el juicio fácil, la descalificación a ultranza’
Uno, como analista político, espera que un argumento escrito se combata con otro argumento más sólido, sustentado. Así se enriquece la opinión pública. Con ello se puede llegar a un mínimo de racionalidad, de comprensión, de entendimiento colectivo y en un instrumento para la toma de buenas decisiones políticas.
Pero, qué pasa cuando ante ese argumento expuesto ante la opinión pública, la única respuesta es el silencio, el menosprecio o peor el rumor, esa “verdad” miserable donde se reduce toda a una explicación emocional.
Me sucedió.
Primero, alguien me lo dijo “tú Ernesto no quieres a Rubén Rocha”, por eso lo criticas y segundo, alguien, me dicen, lo expuso en el primer círculo rochista después de mi artículo del domingo pasado sobre la conversión del ex Rector a favor de la alianza con Cuén: “Norzagaray es un viejo opositor de Rocha y nunca ve nada positivo en él” - Quizá fue la misma persona.
Cuando la política y por extensión el periodismo de opinión, se mide desde las emociones, todos perdemos, nos invade el prejuicio, la maledicencia, el juicio fácil, la descalificación a ultranza.
Vamos, se nublan las inteligencias y todo se reduce a un problema de odios y querencias, donde terminan imponiéndose las emociones, como si así estuviera construida la realidad realmente existente.
La sociedad sinaloense necesita mejores actitudes y no este tipo de narrativas cargadas de animosidad, de hueva mental, y todavía menos la que producen los pasquines que se dedican a envilecer el debate público.
Se trata de poner sobre la mesa el tema porque cualquiera de quienes traen el gusanito de aspirar a la gubernatura, que se sienten con merecimientos para ir por tal o cual partido, en tal o cual alianza, asimismo, ya que aspiran a enarbolar un anagrama partidario o aliancístico, deberían responder a la pregunta: ¿cuáles son los méritos y las ideas que ofrecen a esta sociedad cargada de demandas?
Rocha Moya, sin duda es un buen candidato y trae de suyo la marca Morena, que es la mejor posicionada entre las existentes en el mercado electoral, no se ve por donde pueda perder si sale airoso en la interna que no está definida. Hay, como se sabe, otros tiradores sean de las corrientes de Morena, como las que podrían venir desde el ánimo del propio Presidente, que nos puede llegar a sorprender con una decisión centralista.
Por eso, Rocha Moya debería evitar verse como un aspirante dispuesto a hacer cualesquier alianza con quien sea porque en política la suma hay veces que termina siendo resta. No olvidemos que aquello de las lealtades partidarias está en crisis, pues ya no basta un simple tronido de dedos o bulto de dinero, para que los operadores se alineen y los votos caigan en cascada a favor del nominado de este u otro partido.
Lo vimos en las pasadas elecciones concurrentes cuando la coalición PAN-PAS fue un fracaso rotundo, ya que por un lado el blanquiazul siguió su proceso de desplome iniciado en 2015, y el PAS hasta entonces en ascenso que le habría permitido ser la segunda fuerza política, terminó en el mínimo de una sola diputada, producto de una definición patrimonial, familiar.
Entonces, insistimos en lo que muestran las encuestas demoscópicas, la marca Morena en el 21 estará sólida y sospecho que si bien la lucha por la nominación será dura pues ya se siente en el entorno morenista, terminará alineándose con el ungido, o ungida, por eso en esta etapa importan mucho el comportamiento de los actores, las señales que envían, sean estas en su comportamiento político como decisiones que asumen.
El problema con Rocha Moya es que es el más aprontado, el que quiere ser de ya, y eso lo está llevando al desgaste mediático y a cometer errores, porque en sus preferencias está excluyendo con cierto aire de arrogancia a favor de su aliado incómodo.
Mientras los aspirantes más pacientes, ven con simpatía su desgaste mediático al aparecer con quienes detentan el cacicazgo de la UAS, a los que en campaña vapuleó con expresiones de desprecio político, como lo sucio de la política estatal, lo que se tenía que ir para que esa institución educativa recuperara su esencia y su libertad para prestar mejores servicios a la sociedad sinaloense.
Y ahí están, a la espera de mayores tropiezos, para ir por la definición que se tome en los canales del partido o mejor ante la ausencia de institucionalidad en Morena, que la decisión la tome el propio Presidente López Obrador, y eso cae en el terreno de lo impredecible, porque AMLO no buscaría al ideal sino al que le permita hacer sus propias alianzas y eso es otra historia por escribir, por narrar, del nuevo ejercicio del poder presidencial.
Sinaloa, hasta ahora ha estado gobernado por un pequeño grupo de empresarios, algunos que estuvieron en las campañas contra AMLO, recordemos no hace mucho tiempo Manuel Clouthier en un texto memorable se lo recordaba a uno de ellos llamándolo cobarde, y eso seguramente contará a la hora de las definiciones, pero también hay otros que si bien no se alinearon han buscado tender puentes con los intereses que representan.
Jesús Vizcarra, por ejemplo, se le vio en un acto de campaña de Jaime Bonilla, hoy Gobernador bajacaliforniano, lo que da cuenta que en esto de las lealtades política no hay nada que permanezca, fluye como el agua en una pendiente.
Entonces, volviendo al punto de inicio, parte del capital político que tiene Rocha Moya es su preparación académica y política, sus relaciones y simpatías, que está por encima de la media de los que aspiran y ya que se subió al ring para armar alianzas debería defenderlas y en la eventual designación podría servir para la instrumentación de un proyecto de gobierno sólido por progresista.
En definitiva, lo peor que puede suceder con Rocha Moya es que su aprontamiento termine desbarrancando y sus aliados se vayan a buscar un nuevo nido, en un escenario donde el pragmatismo es el que manda y seguro mandará en los próximos meses.
Lo mío al tiempo.