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Este país es de una fortaleza enorme, sale avante en cuanta contingencia se presenta, su pueblo es estoico, no se amilana ante las adversidades, más bien las enfrenta con alegría y una decisión inquebrantable por salir avante, esa ha sido su característica distintiva en su devenir histórico, desde que es una Nación independiente y soberana.
Han nacido en su suelo ciudadanos con trayectorias ejemplares, que dan lustre a su historia y no hay nada que enturbie sus ejemplares vidas; hago esta reflexión seguramente influenciado por las variadas lecturas, recientemente realizadas en el largo tiempo recluido en mi casa por la pandemia del coronavirus. Como no hay mal que por bien no venga, he tenido tiempo para releer a importantes autores de la historia de México, y a algunos autores que nos apasionan, porque nos ubican en vertientes para comprender muchos de nuestros avatares cotidianos.
Entre más nos adentramos en la historia de los pueblos del mundo, más nos convencemos de los afortunados que somos los mexicanos por haber nacido en su suelo, con prodigios naturales sin par; conocer su historia y geografía nos permite darnos cuenta que somos poseedores de bellezas únicas, por su variada fauna y esplendorosos bosques. Aunque es lamentable cómo se ha permitido la depredación de estos últimos, por los pésimos gobiernos que se han padecido a través del tiempo.
Muchos de esos tesoros naturales se han depredado de manera criminal a causa de la corrupción de los gobiernos pasados, que no se preocupaban por salvaguardar los intereses de la Nación, gobiernos ágrafos y omisos a más no poder, esa ha sido la peor debacle de nuestra historia.
Cuando desbrozaron compañías extranjeras la caoba en el suroeste lo hicieron con el beneplácito de los gobiernos apátridas, entonces los ambientalistas dónde estaban, que no levantaron un dedo; hoy los vemos muy activos, cuando se trata de torpedear y sabotear las obras del gobierno de la cuarta transformación, prestándose a inventar la depredación de bosques imaginarios. Y callan como momias sobre el programa que se lleva a cabo por parte del Gobierno federal de la siembra de un millón de hectáreas de árboles frutales y maderables en el sureste, de eso no dicen ni una palabra.
Todo lo que sea denostar -al servicio de la derecha- los programas sociales que se vienen implementado, lo hacen activamente, tratan de aparentar supina ignorancia sobre los beneficios de todo lo que se viene realizando en bien de los más débiles.
Algunos grupos se aprovechaban y eran mediadores entre el Gobierno y los beneficiarios de los programas, de los fondos públicos les llegaban migajas a los pobres, mientras que los coyotes y líderes oficiales se enriquecían a manos llenas. Con eso solo se logró aumentar la pobreza, de 8 millones que había el 1982, pasaron en el 2017 a 62 millones de pobres, ese es el saldo de la política económica del neoliberalismo, que se aplicó en el periodo que señalamos; y, todavía, con inaudito cinismo, tienen el valor (otros dirían el descaro) de solicitar el voto ciudadano. Increíble pero cierto.
Afortunadamente la ciudadanía despertó y no está dispuesta a desperdiciar su sufragio, lo va a aprovechar muy bien, dándole un sentido patriótico y negando su apoyo a quienes desde el poder la dejaron sin opción, a quienes la borraron del panorama del País dejando a los indefensos sin oportunidades.
Para los gobiernos del pasado no existían los descamisados, sus preferidos eran las élites económicas, que dominaban y usufructuaban en su beneficio la economía del País, esos eran los consentidos del régimen, por eso la pobreza creció exponencialmente como nunca en la historia.
Hoy las condiciones del pueblo empiezan a cambiar. Insistimos: con la elección del 2018 han experimentado que son creadores de su propio destino y protagonistas de un cambio que se va a consolidar el 2021, que les permita escalar nuevos estadios de bienestar, donde puedan vivir en paz, sin zozobra, porque hoy su preocupación central es recuperar la concordia y la tranquilidad.
Los ciudadanos, a partir de la elección del 2018, descubrieron el camino de su redención, y emprendieron su marcha teniendo como premisa la transformación del País, postulando dos principios básicos: democracia y honestidad.