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En 2002, la UNESCO comenzó a celebrar el Día Mundial de la Filosofía, pero fue hasta 2005 cuando se precisó que el tercer jueves de noviembre se destinaría oficialmente para tal conmemoración.
Pero, podríamos preguntarnos: ¿tiene sentido celebrar esta conmemoración?, ¿sirve de algo filosofar?, ¿no bastará con la información que nos proporcionan las ciencias?, ¿para qué complicarnos la vida con elucubraciones y teorías que complican más nuestra existencia?
El filósofo español Fernando Savater explicó que las ciencias brindan soluciones a las preguntas, de ahí que las contestaciones dadas disuelven o anulan la pregunta; en cambio, la filosofía no brinda soluciones sino respuestas que no anulan las preguntas -sino que las cultivan- y permiten continuar interrogándose cada vez mejor porque se comprende lo que se pregunta, y porque se distingue entre ideas y creencias, ya que éstas últimas eximen del pensar.
Desde Sócrates, filosofar no es adoptar saberes sino cuestionar y defenderse de quienes creen saber, por eso él siempre sostuvo que solamente sabía que no sabía nada.
El argentino Darío Sztajnszrajber tituló uno de sus libros: “¿Para qué sirve la filosofía?”. En esta obra, afirmó: Hacer filosofía es una manera de pensar que privilegia la búsqueda del fundamento… Hacer filosofía es colocarse en un lugar de extrañamiento frente a todo lo que nos rodea, frente a todo lo que se nos presenta como obvio. Todos podemos desmarcarnos de lo cotidiano para ingresar en la penumbra del extrañamiento, que no es más que recuperar de alguna manera nuestra capacidad de asombro”.
Agregó: “¿Y si hacer filosofía no es más que una manera de dislocar nuestras creencias estables con el fin de mostrar que sobre las cosas puede haber infinitas perspectivas y que ninguna necesariamente es más necesaria que la otra?”
¿Me asombro y desmenuzo la realidad?