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"ÁMBITO"

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    En un amplio sector de la ciudad de Culiacán se manifiesta la impresión de que en la noche de Año Nuevo fracasó rotundamente la pretendida campaña en contra de la pirotecnia doméstica cuya presencia se intensificó notablemente, pero hay coincidentes percepciones en el sentido de que la nefasta enajenación gatillera que otros años ha tachonado con balas el espacio citadino registró un perceptible aplacamiento.

    Tal vez haya sido una reubicación de los sectores álgidos lo que este año ofreció una tregua en colonias y asentamientos donde el horrísono despliegue de las metralletas había sido ominosamente tradicional, aunque cabe destacar que esa irracional salutación de Año Nuevo fue tal vez más breve, pero cargada de fuego de alto poder.

    En el ámbito nacional se dan coincidencias históricas: en el Siglo 19 la invasión estadounidense en México se dio durante el gobierno de Antonio López de Santa Anna. En el Siglo 20, durante el primer año en funciones del Presidente Adolfo López Mateos, México rompió relaciones con Guatemala, cuando el vecino país centroamericano era regido por Miguel Idígoras Fuentes, y ahora en el Siglo 21 el Presidente Andrés Manuel López Obrador - también de apellido López - afronta ante un país de Suramérica una conflictiva situación que pudiera acentuarse.

    En 1959, recién iniciado el sexenio de Adolfo López Mateos, unos aviones de la fuerza aérea guatemalteca ametrallaron a unos barcos pesqueros mexicanos en los que causaron algunas bajas mediante la acusación de haber invadido sin autorización las aguas territoriales de aquel país, y como consecuencia estuvo a punto de declararse estado de guerra entre ambas naciones.

    Ahora la posición del gobierno de facto en Bolivia, en respuesta al tratamiento que el Presidente López Obrador asumió ante la renuncia del ex mandatario boliviano Evo Morales, está atizando un conflicto con la expulsión de la Embajadora de México en aquel país donde se está registrando un asedio policial en torno a la sede diplomática mexicana.

    Esos actos corroboran la indignación del actual gobierno boliviano ante lo que consideró una actitud de solapamiento del Gobierno de México a Evo Morales cuando éste distorsionó el espíritu del asilo que se le había brindado en nuestro país al incurrir en evidentes incitaciones al disturbio social en Bolivia. Es sabido que otro aspecto que en aquel país andino se argumenta como motivo de su postura es que la Embajada de México, en ejercicio del derecho de asilo brindó alojamiento a una decena de funcionarios del gobierno de Evo Morales, y sobre algunos de los cuales pesan graves acusaciones de parte de las actuales autoridades bolivianas.

    Protestas tan agresivas como la que el ex Presidente de Bolivia, Jorge “Tuto” Quiroga, emitió en contra del Presidente López Obrador rebasan los límites de civilidad que corresponden a una relación internacional, y aquí cabe destacar la serena actitud del mandatario mexicano en un manifiesto afán de anteponer la tolerancia y de eludir confrontaciones, manteniendo así abierta la posibilidad de un entendimiento.

    Sin embargo, no parece fácil convencer al gobierno boliviano de que la actitud del Presidente y de la representante diplomática de México se ciñó a la validación de un derecho de vigencia internacional y esta expectativa se suma como un motivo más para mantener la incertidumbre que late persistente en la percepción nacional.

    En su primera conferencia mañanera del 2020 el Presidente López Obrador ratificó su optimismo en torno a las realizaciones que espera cristalizar en este nuevo año, prioritariamente en relación con la anhelada pacificación, hoy tan vulnerada por el crimen organizado, así como por una violencia hormiga que se hace presente cotidianamente y que estigmatiza mediante el creciente feminicidio.

    El mensaje presidencial, que resume esperanzas, buenos propósitos y mejores deseos debiera ser alentador, pero esa posibilidad se torna difícil para los mexicanos que tienen otros datos.