Editorial
Mantener un desarrollo urbano sostenido es una de las aspiraciones permanentes de quien gobierna un municipio. El ritmo de crecimiento que se llega a tener busca relacionarse con la calidad de Gobierno, aunque eso no siempre llega a ser así.
El problema con el desarrollo urbano, que se promueve de manera permanente en los planes de gobierno, es que se llevan a cabo sin el orden correspondiente y en el futuro, el legado se convierte en un sello de, por ejemplo, corrupción.
Una corrupción que muchas veces está fincada en el dinero, pero otras, en la opacidad con la que se aplican los reglamentos, de los que solo pocos tienen conocimiento.
Pues a pesar de que muchos municipios cuentan con cartas de desarrollo urbano, que delimitan el uso de suelo y el tipo de construcciones que se permiten levantar, terminan por convertirse en letra muerta al ser documentos de conocimiento limitado.
Las inversiones privadas siempre serán bienvenidas porque genera una derrama económica adicional a la que se absorbe en los proyectos y se convierten, además, en fuentes generadoras de empleo.
Pero esos proyectos, junto con los de origen público, deben ceñirse a lo que dicen los reglamentos y para que el crecimiento que se tenga en las ciudades se haga de manera ordenada.
Porque no importa en dónde se presenten las nuevas inversiones. Para algunos, la tentación de brincarse la normatividad siempre será más redituable en lo particular, aunque en lo general, tenga un impacto social negativo.
Contar con reglas claras sobre cómo se llevará a cabo el desarrollo urbano debe ser un principio de todos los gobiernos. Así, sus habitantes, sus gobernantes, sus inversionistas y sus visitantes tendrán claro qué ciudad se tiene y hacia dónde se quiere caminar.
Pero manejarlo, interpretarlo y aplicarlo a conveniencia, se convierte en un acto de corrupción que será recordado en el futuro.
En Sinaloa, por ejemplo, las ciudades necesitan atraer más inversiones que permitan un mayor desarrollo. Pero les urge, también, un mayor ordenamiento que defina hacia qué ciudades se quiere avanzar. Y aún no se da.