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La historia nacional encierra en su contenido episodios de todo género, ha sido de claroscuros: desde hechos gloriosos hasta penosos. En lo que los mexicanos somos afortunados es en recursos naturales, en eso sí somos un país afortunado, cuando empezamos a ver piedras en el camino es cuando entramos al terreno de la historia política y de los gobernantes, allí, en muchas ocasiones, de plano entramos en un terreno a veces escabroso.
En la época contemporánea llama la atención, por la persistencia de sus adversarios en combatirlo, el caso de Andrés Manuel López Obrador, quien en 1980 encabezó una marcha desde Villa Hermosa, Tabasco, hasta la Ciudad de México, que denomino “Éxodo por la democracia”, protestando por un fraude electoral que se había perpetrado en la elección por la Gubernatura del estado de Tabasco. Desde entonces no les gustó a los políticos tradicionales su actuar en favor de la democracia, desde entonces empezó a recibir ataques furibundos por parte de la derecha.
Desde que se propuso participar en la política para lograr un cambio democrático, el más prominente político tabasqueño contemporáneo ha sufrido un permanente golpeteo mediático, que ha continuado hasta el presente, cuando ya es el Presidente gracias al voto de una aplastante mayoría de mexicanos que concordaron en la necesidad de un cambio en México.
Entre los episodios más siniestros que han perpetrado en su contra los políticos conservadores, no olvidemos cuando Vicente Fox pretendió desaforarlo cuando dirigía el gobierno de la Ciudad de México, tratando con esa medida inhabilitarlo como candidato presidencial en el 2006. No lo lograron, pero consumaron un burdo fraude electoral en su contra para favorecer a Felipe Calderón Hinojosa. En la campaña del 2018, los candidatos del PRI y del PAN pronunciaron discursos plagados de falsedades tratando de desbarrancar su candidatura, tampoco lo lograron porque la ciudadanía entendió el avieso propósito de los conservadores y la falacia de sus argumentos. Ni con las campañas negras, como la Operación Berlín, orquestada por Enrique Krauze -un pseudoliberal de palabra, pero conservador neoliberal en los hechos- lograron dañar la imagen de Andrés Manuel López Obrador, cuya figura ya era un referente histórico del cambio entre el electorado mexicano.
Es sabido que durante el régimen de corrupción los grandes potentados se servían con la cuchara grande, usufructuando en su beneficio los bienes del País, como eso se les terminó se muestran enfurecidos con su gobierno. Estos son los que desean con toda su alma el regreso de los corruptos.
Hoy despacha en el escritorio de Presidente un hombre que entiende el reclamo de 62 millones de olvidados por esos gobiernos del pasado. El Presidente López Obrador encabeza un gobierno con una base popular enorme y su política en bien de los pobres ha concitado el apoyo de las clase medias y pobres de México. Su acción va dirigida en bien de los de abajo, por eso el pueblo lo apoya de manera masiva.
Quienes organizaron una manifestación automotriz en días pasados contra el Presidente los une el conservadurismo, el querer un país sólo para privilegiados. Detrás está la oligarquía criolla, la misma que el 1962 organizó manifestaciones en la ciudad de Monterrey, convocadas por una fantasmal sociedad de padres de familia, en contra de los libros de texto gratuitos que el doctor Jaime Torres Bodet, Secretario de Educación Pública, instituyó en el sistema educativo; en aquel tiempo acusaron al gobierno del Adolfo López Mateos de llevar al país al comunismo.
Hoy esas manifestaciones, lejos de afectar la popularidad del Presidente, la fortalecen, porque el pueblo identifica claramente a qué intereses sirven y para los cuales trabajan. Los nostálgicos del pasado no tienen eco en la sociedad, menos en esta época de la cibernética y las redes sociales, donde hay una robusta tendencia a apuntalar la democracia como forma de vida de los pueblos civilizados.
En 2021 vienen elecciones intermedias en el País. Las opciones de la democracia y el conservadurismo tendrán su referéndum ante el electorado. Estamos convencidos que el electorado no se dejará engañar por los gritos y claxonazos de los conservadores, y que el camino del cambio democrático se hará más ancho y venturoso.