Editorial
La aprobación y rechazo del registro a los nuevos partidos políticos, realizada por funcionarios del INE, nos deja ver, con tristeza, que la política mexicana sigue siendo el botín de unos cuantos “dinosaurios” de la política.
Nadie habla de ello en la discusión que acaparó el enfrentamiento mediático entre el expresidente Felipe Calderón y su esposa Margarita Zavala, por un lado, y el Presidente Andrés Manuel López Obrador, por el otro.
Es evidente que los Calderón buscan un camino para regresar al poder que ya detentaron y con el que no consiguieron resolver gran cosa, pero también es evidente que el Presidente metió las manos para impedir que consiguieran tener su propio partido.
El otro partido político rechazado fue Redes Socialistas Progresistas, un organismo del que emana el tufo de la maestra Elba Esther Gordillo, uno de los personajes más siniestros de la historia de política mexicana.
Encuentro Solidario fue la organización que sí consiguió el registro del INE, pero tampoco hay nada nuevo en él, es lo que quedó del Partido Encuentro Social, otro esperpento de la política nacional al que habrá que otorgarle millones de pesos para que pueda alimentar a sus dirigentes.
Los partidos políticos nos han demostrado que son expertos en derrochar dinero y que poco o nada tienen que ver con la solución a nuestros problemas.
Son el vehículo que ha llevado a todos esos políticos al poder, de los que cada tres o seis años tenemos que andar revisando para ver si tienen que ser enviados a prisión, debido a la larga lista de corruptelas en las que participan.
En sí, los partidos políticos no son malos, el problema es el tipo de partidos que hemos construido en México, hechos para llevar hasta el poder a lo peorcito de la sociedad mexicana.