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En medio de esta terrible pandemia todos nos estamos preguntando qué va a ser de nuestras vidas, tratamos de imaginar cómo va a cambiar nuestra sociedad y dilucidar qué es lo que va a suceder con los proyectos que habíamos concebido antes del coronavirus. La incertidumbre se vuelve una carga emocional, al no saber con certeza qué pasará con nuestra forma de vida a la que hemos entregado expectativas, esfuerzos y esperanzas.
Para algunos analistas y pensadores, nuestra sociedad resurgirá a través de una convivencia más solidaria en la que relaciones sociales como la política se renovarán moralmente y saldremos fortalecidos como una sociedad con mayor cohesión social; pero hay quienes escépticos, expresan que no es posible asegurar que la dimensión de esta crisis nos garantice ser mejores como sociedad, pues existe también la probabilidad de que surjan relaciones más autoritarias, conflictos de orden social motivados por un individualismo exacerbado y sectario que ofrezcan garantías a sus más allegados.
Aunque también, hay otros que sin mayor complejidad afirman que realmente no sucederán grandes cambios, que después de la aplicación de la vacuna contra el Covid-19, detrás de un tiempo, digamos “razonable”, todo retornará a la normalidad que conocemos, con mismas reglas, misma forma de vida. Sobre este tema, conviven en el horizonte tres visiones distintas, tres maneras de entender nuestra circunstancia: la de quienes tienen ideas un tanto esperanzadoras del futuro, otros no tanto, más bien pesimistas de lo que se viene y de quienes mantienen una postura más bien escéptica al asegurar que no ocurrirán grandes transformaciones más allá de lo que dure la contingencia de la pandemia.
Lo cierto es que según la agencia de noticias BBC, la ciudad china de Wuhan, donde se originó el coronavirus que causó la pandemia global, levantó el 8 de abril las estrictas medidas de aislamiento que mantuvieron a sus 11 millones de habitantes confinados durante once semanas. Ahora los residentes de Wuhan salieron de su encierro y al parecer todo indica que de manera gradual se recobra la “normalidad” que habían perdido, pero quedando presentes desde luego lecciones que aprendieron durante estos meses de cuarentena.
La anterior descripción, es tan sólo una interpretación de la realidad, sin embargo, hay quienes insisten que las consecuencias de esta crisis de carácter mundial habrán de transformar las prioridades en nuestras vidas y a partir de ello se dará un giro a la evolución de la economía, que cambiarán las relaciones de las personas y que nuestra sociedad post pandemia será más solidaria, que como resultado de la crisis surja una sociedad más cohesionada, con más apoyo mutuo y a partir de ello una refundación de la política.
Por otra parte, particularizando el significado de la vida cotidiana e individual, cambiar las prioridades después del coronavirus, son desde luego posibles, sólo hay que querer hacerlo, como ha declarado en medios la filósofa española Victoria Camps, al señalar un posible camino que tal vez ya se avizora, porque, asegura, estamos descubriendo cosas como el valor del conocimiento científico o el de un buen sistema sanitario y que, a nivel individual, el teletrabajo en el mundo del empleo, y la lectura o escuchar música, en el ocio, son opciones que pasan a un primer plano.
Lo que sí es una realidad, es que estas preguntas y dilemas que se discuten y analizan nos los planteamos la inmensa mayoría de las personas en todo el mundo, desde las más diversas perspectivas y mortificaciones, la vida está cambiando con variables incontrolables de incertidumbre frente a un miedo que se desconocía porque se teme de principio a la muerte, pero también al fracaso, un fracaso que no sabemos siquiera si tendrá mayor sentido en una sociedad en la que desconocemos, si habrá de tener el mismo significado a los tradicionales y quizá obsoletos supuestos del éxito y el fracaso.
Pero, a pesar de tales preocupaciones de orden social, hay quienes, con todo su esfuerzo, recursos y talento, luchan porque la sociedad a la que hemos conocido hasta ahora, se mantenga sin mayores modificaciones después de que superemos las dificultades sanitarias y económicas. No obstante, hay otras opiniones que mantienen la convicción de que esta crisis nos ha demostrado que hay asuntos mucho más apremiantes que la economía, se plantean como valiosa la oportunidad de modificar el modelo neoliberal de las economías del mundo, por una economía que surja a partir de prioridades como los derechos humanos, la protección al medio ambiente, la educación y la salud, principalmente.
Por su parte, en Ámsterdam, se replantean cambiar la economía apostando por romper con el actual modelo de consumo, la ciudad ha anunciado que adoptará el modelo del economista Kate Rawoth, creado en la Universidad de Oxford, que plantea satisfacer las necesidades de todas las personas dentro de los límites del planeta, el cual servirá de guía para orientar las nuevas políticas necesarias para salir de la recesión asegurando que se reducirá un 50 por ciento el consumo de nuevos materiales en la próxima década.
Ahora bien, en esta realidad en la que todos vivimos inevitablemente, ¿qué es lo que vamos a hacer los sinaloenses? ¿Cómo estamos pensando el futuro que se nos ha modificado sin esperarlo y saber que vendría? ¿Vamos a esperar a que nos dicten desde el centro o desde otros países las formas nuevas de convivencia? ¿O aceptaremos las mismas reglas, aunque que esta terrible experiencia nos haya mostrado en una cruda realidad los resultados de nuestras omisiones y equivocaciones como ciudadanos? Ya lo veremos.
Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo martes.