Editorial
Hoy es el día anunciado para que cientos de negocios abran sus puertas y regresen a lo que las autoridades federales han llamado “nueva normalidad”.
No abrirán todos, la apertura está anunciada como un esquema escalonado, con fechas y regiones, basados en los números de la pandemia por Covid-19.
El gran debate es si ¿estamos listos para regresar a nuestra vida cotidiana?, sobre todo si tomamos en cuenta que los índices de contagios y fallecimientos por el virus continúan en lo más alto, la mentada reducción de casos no ha llegado.
Si le preguntamos a los empresarios, encontramos que su postura, de manera natural, es que la economía ya no aguanta más cuarentena, lo mismo van a decir los trabajadores que lo han perdido todo durante la epidemia.
Sin embargo, si le preguntamos a los funcionarios responsables del sector Salud nos dirán que no es el momento indicado para abrir los negocios, y argumentarán que los riesgos de un rebrote son demasiados altos aún.
Así que tenemos un empate, por un lado los empresarios que aseguran que si no abrimos nos morimos de hambre y por otro lado el personal de Salud que nos advierte que si abrimos morirán muchas personas.
Finalmente nuestras autoridades se han visto obligadas a escuchar a ambas partes y tomaron una decisión que intenta ser lo más “salomónica” posible.
Se permitirá la reactivación de la economía, respondiendo a los empresarios y a los economistas, pero se exigirá que los comercios y las empresas cumplan con estrictas medidas sanitarias, para intentar contentar a los especialistas de la Salud.
Hasta ahí todo se ve bien, el problema es que hay un factor enmedio de la propuesta y es el factor humano, esos humanos que no hemos conseguido respetar las medidas sanitarias al pie de la letra.
Ojalá, que las cosas funcionen para las partes y que no tengamos que cerrar de nuevo.