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@rodolfodiazf
Si algo nos enseña la contingencia del coronavirus es la solidaridad y responsabilidad con que debemos actuar. La única forma de salvarnos es siendo todos solidarios, porque nadie se salva solo.
Esta verdad fue estupendamente aplicada por Margaret Mazzantini, en su novela homónima, en la que narró el encuentro de una antigua pareja, Gaetano y Delia, quienes comentaron sus problemas para educar a los hijos y reflexionaron en sus actitudes del pasado que les impidieron seguir conviviendo.
“Al final, no eran tan distintos a los demás. Como si el dolor, después de tantas vueltas intestinas, no rebosara más que estupidez. Una sucesión de disputas de una bajeza desoladora”, indicó Mazzantini.
Durante la cena, Delia observó con envidia a una pareja de ancianos que departía en otra mesa y pensó sobre la mujer: “brazos flácidos que no se avergüenza de tener al descubierto para él, que quizá siempre la haya amado así, con los brazos desnudos. Un amor frágil y vivo, envejecido dócilmente junto a la carne”.
El Papa Francisco, en la audiencia del 15 de enero de 2014, subrayó: “Nadie se salva solo. Somos una comunidad de creyentes, somos el pueblo de Dios y en esta comunidad experimentamos la belleza de compartir la experiencia de un amor que nos precede a todos, pero que, al mismo tiempo, nos pide que seamos 'canales' de la gracia los unos para los otros, a pesar de nuestros límites y de nuestros pecados”.
Ante la amenaza del coronavirus, los jesuitas de México exhortaron a realizar cuatro acciones: 1) asumir lo más posible la recomendación de permanecer en casa, 2) fomentar la cultura del ahorro en nuestras familias, 3) alimentarnos con dietas austeras y nutritivas, 4) ser solidarios con los más necesitados.
¿Soy canal de gracia para los demás?