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"Opinión"

"Movimiento Ciudadano, otro partido que no entiende nada"

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    SinEmbargo.MX

    La política está agotada en Guanajuato y en México.
    Los partidos, que monopolizaron la representatividad de la sociedad y plegaron a sus designios a la mayor parte de las organizaciones civiles, hoy no tienen nada para ofrecer y su mayor apuesta son las alianzas pragmáticas que buscan “sumar votos”, más como esperanza que como estrategia.

    Carentes de un proyecto de construcción de cuadros, los privilegiados dirigentes partidistas, subsidiados por cuantiosos recursos públicos, ponen sus esfuerzos en “piratear” nombres y trayectorias, a cual más desgastadas.

    Ahí está el caso de Movimiento Ciudadano, el partido que quiso erigirse como una alternativa a la polarización, evitando las alianzas, pero que en Guanajuato vendió sus colores como franquicia a un político rodeado por un aura de corrupción.

    Hace unas semanas, Dante Delgado se placeó en León del brazo del político priista Francisco Arroyo Vieyra y le dio espacios en la dirigencia del partido a uno de sus cercanos.

    Arroyo Vieyra, ex embajador de México en Uruguay y antes presidente del Congreso de la Unión, eligió no explicar con claridad la cuantiosa fortuna acumulada en un cuarto de siglo de cargos legislativos, cuyas dietas sumadas son ampliamente rebasadas por el “cochinito” que le fue encontrado en Andorra, de más de un millón de dólares, y el valor de su imperio inmobiliario en la ciudad de Guanajuato, donde además de numerosas fincas cuenta ya con al menos tres hoteles de lujo.

    Es un caso similar al del vilipendiado Manuel Bartlett o el procesado Genaro García Luna. O políticos más cercanos a su entorno: como el compadre del ex gobernador Miguel Márquez, Rafael Barba, o el ex líder cenecista Gerardo Sánchez.

    En algún texto perdido en una revista de bajo tiraje dirigida a “abogados”, el Embajador del Gobierno de Enrique Peña Nieto en Uruguay sólo aclaró que su fortuna provenía del “libre ejercicio de su profesión”.

    No se sabe cuáles fueron los redituables litigios realizados en su tiempo libre como Diputado, Senador, presidente del Congreso de la Unión o de la junta de coordinación política del Congreso de Guanajuato, pero en todo caso existiría la fundada sospecha de que esas actividades “abogadiles” probablemente incurrían en los viejos y normalizados vicios de la política mexicana: el tráfico de influencia y el conflicto de interés.

    Pero más allá de las cuitas morales del político, exoneradas de facto por la disposición de la 4 T a darle la vuelta a la página y no investigar casos notorios de enriquecimiento inexplicable, lo que resulta aún más inexplicable es que los líderes nacionales y locales del partido político Movimiento Ciudadano pretendan hacer creer a alguien que su alianza con Arroyo Vieyra representa un mensaje de modernidad política, de renovación institucional o de una mejor forma de hacer las cosas.

    Dante Delgado, otro político ex priista, puede muy bien llegar a acuerdos estratégicos con sus congéneres de antaño para tratar de recuperar espacios de poder, pero eso no significa una apuesta de evolución política en un país harto de la corrupción.

    Resulta lamentable que políticos frescos y esforzados como Rodrigo González y Ariel Rodríguez, que rescataron a MC de sus cenizas en la entidad, sean desplazados por un dedazo centralista para convertirlos en simples alfiles al servicio de un político autoexiliado del PRI que nunca construyó nada más que opciones personales y familiares, que renunció a representar a sus conciudadanos para aprovecharse de sus cargos en su beneficio.

    ¿Eso es lo que nos quiere proponer el Movimiento Ciudadano de Dante Delgado: simulación política, deshonestidad, impunidad y traición al electorado? Vaya novedad.

    Por cierto, Arroyo y su grupo ni siquera han renunciado al PRI, pero ya juegan con la cachucha de otro partido que le compite directamente y que sabotea sus trabajosos empeños por recuperar viabilidad mediante alianzas en los municipios.

    Tampoco se espera una expulsión. La fragilidad y el cortoplacismo de la dirigencia provisional priista, encabezada por la Senadora potosina Ruth Tiscareño, no permitirá un deslinde claro.
    A final de cuentas, como decía el viejo tango, los políticos de hoy parecen vivir a gusto “revolcados en un merengue y en el mismo lodo, todos manoseados”.

    “Qué falta de respeto, qué atropello a la razón”, decía Santos Discépolo en la letra de Cambalache, hoy más vigente que nunca.

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