Editorial
Uno de los cantos repetidos en el mundo de la política mexicana dice que solo es posible derrotar a Morena si el resto de los partidos, o por lo menos los más fuertes, se unen para presentar candidatos comunes en un proceso electoral.
Después de la estela de desolación que dejó detrás de sí el tsunami de 2018, que llevó al poder a Morena en el País, los efectos en la oposición fueron tan traumáticos que priistas y panistas llegaron a pensar que se verían obligados a unirse para intentar derrotar al nuevo amo de las urnas.
Con el paso de los meses, el Presidente Andrés Manuel López Obrador comenzó a afianzarse en el poder y Morena a dar muestras de que no va a ser fácil que los saquen del poder, así que la alianza PRIAN siguió tomando fuerza.
Sin embargo, estos matrimonios no son sencillos, es algo así como mezclar el agua y el aceite. Además, después de las vergonzosas derrotas que sufrió Morena en Coahuila e Hidalgo, priistas y panistas recobraron el color y ya la alianza no se ve tan necesaria.
Ya van dos estados, Nuevo León y Baja California Sur, donde el PAN anunció sus primeros precandidatos y donde la alianza con el PRI ya es prácticamente imposible.
También hay que dejar en claro que los dos estados tienen una fuerza panista importante.
Otro elemento que dificulta las presuntas alianzas es la ambición natural de los políticos, ahí sí, de cualquier partido. Nadie quiere sacrificar sus aspiraciones en favor de la mayoría, y en un partido político, menos.
Aquí en Sinaloa, la posible alianza de los dos grandes partidos sigue latente, debido a que el PAN carece de una fuerza que le permita aspirar a ganar la Gubernatura, pero los obstáculos son demasiados.
La fuerza del PRI, que gravita alrededor del Gobernador Quirino Ordaz Coppel, se tragaría a cualquier partido que intente formar alianza con ellos, sin embargo, aclaramos, es una posibilidad.
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