"Los precios agrícolas y el ingreso en Estados Unidos"
Estados Unidos es muy importante en el comercio internacional de granos, sin embargo, su capacidad de determinación de precios por sí mismo está disminuyendo frente a la competencia creciente de Brasil, Argentina y Ucrania, y el aumento de la producción en otros países, como China. De cualquier manera, la dinámica de los precios en ese país es muy importante para el resto del mundo, especialmente para México. Además, este país utiliza como referencia a las bolsas existentes en Estados Unidos para la formación de los precios domésticos, especialmente la de Chicago.
Estados Unidos ha pasado por siete años de precios bajos que se han reflejado en la caída del ingreso neto agrícola y en elevados desembolsos en pagos gubernamentales. Los conflictos comerciales, especialmente con China, han añadido incertidumbre, no obstante, este factor no explica los niveles de precios, aunque sí ha sido causa de mayor volatilidad. Los daños imputados a represalias, ante las medidas arancelarias de la administración Trump, han sido amortiguados hasta cierto punto con pagos adicionales. Los pagos no han sido suficientes para evitar saldos rojos, bancarrotas y suicidios.
En su columna “Policiy Pennings” del 27 de diciembre del año 2019, Hardwood D. Schaffer y Daryll E. Ray muestran que, conforme a la ampliación de datos para cubrir el largo periodo de 1929-2019 efectuada por el Servicio de Investigación Económica del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, en nueve décadas solamente se han presentado tres periodos de precios altos. Los periodos estuvieron asociados a la Segunda Guerra Mundial, la decisión de la Unión Soviética de recurrir a las importaciones y al boom del etanol.
El mayor consumo de granos estadounidenses no se debió a aumentos en el ingreso o la población o a algún otro de los factores que generalmente utilizan los académicos para explicar cambios en la demanda, sino a fuertes recortes en la producción doméstica en otros países, por varios años, así como con la creación de nueva demanda de maíz para la producción de etanol, derivada del estímulo generado por el Estándar de Combustible Renovable, a partir de 2005, que obligaba a añadir a la gasolina una cierta proporción de etanol. En el último periodo, la decisión de política se combinó con la inestabilidad de la oferta en los años 2010, 2011 y 2012.
Ante la creciente utilización del maíz para la producción de etanol, con los consiguientes precios elevados, los productores respondieron realizando nuevas inversiones e innovaciones, en maquinaria, equipos e insumos agrícolas, incluyendo la ampliación de la superficie de cultivo. Por otra parte, ante temores de funcionarios públicos de que la oferta pudiera quedarse detrás de la demanda, y causara presiones inflacionarias, se alentó también mayor investigación agrícola e innovación tecnológica. Al final, ocurrió que el aumento en la productividad tendió a superar la ampliación de la demanda, de manera que ahora se está de nuevo en un periodo de bajos precios.
Ante la existencia de altos costos fijos (tierra, maquinaria y equipo e instalaciones), en general los productores son renuentes a recortar la producción para ajustarse a la demanda y evitar la caída de precios. Sin embargo, esperan que otros lo hagan, que no resistan y salgan de la actividad. Lo cual lleva a una mayor consolidación de las unidades productivas (se quedan en el mercado aquellas que pueden elevar su escala de producción y reducir sus costos unitarios, como para soportar precios más bajos).
La demanda no cambia mucho cuando los precios caen, porque los estómagos de los consumidores tienen límites físicos. Aunque haya cambios, las dietas de los consumidores suelen ser bastante estables. Por lo tanto, debido a que la productividad tiende a crecer más rápido que la demanda, la agricultura tiene problemas crónicos de precios bajos. Lo cual explica que sea uno de los sectores de actividad económica más intervenidos mediante políticas públicas. Sin embargo, a mayor consolidación menos justificable son las transferencias públicas, particularmente si la capacidad de respuesta a los precios y a los estímulos de política pública es elevada, ya que aumenta el costo fiscal de las políticas. La agricultura estadounidense está en este debate, y en México debe tenerse presente.