Editorial
Ayer, durante su visita a la ciudad de Tijuana, el Presidente descorrió la cortina y nos dejó ver a sus “monstruos” personales, aquellos enemigos, a los que acusa de convertirse en las razones por las que su Gobierno no anda, o por lo menos no como él esperaba.
Un poco antes de que el Presidente llegara a la ciudad más norteña del País, el Presidente del PAN, Marko Cortés, había descrito la administración de Andrés Manuel López Obrador como desastrosa, recordó que con él México vive una crisis económica, una crisis de seguridad, una crisis de salud y una crisis social, sin precedentes.
Sin responderle directamente, el Presidente reconoció que no ha sido fácil administrar a México y reconoció que vivimos una crisis de salud, provocada por el Covid-19 y una crisis económica con la que seguimos luchando.
La pandemia es sin duda uno de los grandes retos de López Obrador y de cualquier gobernante del mundo, así que el tabasqueño no lo duda y la reconoce como uno de sus enemigos a vencer.
El otro enemigo no está muy claro, aunque tiene nombre y AMLO le ha dedicado mucho tiempo en sus Mañaneras, son los llamados “conservadores” y todavía a nadie le ha quedado claro quienes son.
Los “conservadores” según el Presidente, son, ante todo, corruptos, intentan mantener un sistema de privilegios y tienen o tuvieron ligas con el poder.
Si revisamos su Gobierno, encontraremos que la mayoría de sus funcionarios cumplen con esas descripciones, existen los mismos empresarios y el mismo sistema que gobernó México antes que AMLO.
Más que enemigos, el Presidente parece que busca pretextos para explicar las razones por las que el País no mejora, mientras el tiempo avanza y las promesas de cambio simplemente no se ven por ninguna parte.
Para hacer grandes cambios se necesitan grandes acciones y hasta el momento no se ven por ningún lado.