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Esta es una historia fascinante: la del padre del escritor Alejandro Dumas, padre, el primero. O sea, el padre del padre. Tomado del excelente artículo de Fátima Uribarri: https://www.xlsemanal.com/conocer/cultura/20170628/alejandro-dumas-padre-el-cuarto-mosquetero-era-negro-padre.html
Un ascenso meteórico
“Comenzó como soldado raso, pero pronto se vieron sus cualidades: valor, fortaleza e integridad sobresalientes. Un día de los primeros meses de la insurrección defendió en la calle a una burguesita de los excesos revolucionarios, la protegió, galante, y la acompañó a casa de su padre, un posadero adinerado.
“Dumas se enamoró y pidió la mano de Marie Louise Labouret, pero su padre exigió galones: ‘Regresa cuando seas sargento’, le dijo. Volvió como coronel y se casó con ella. Al año siguiente, con 31 años nada más, ya era general. Abundan los relatos de sus gestas.
“En Italia, por ejemplo, impidió él solo que un escuadrón del enemigo cruzara un puente. ‘En Austria capturó una batería más inaccesible que los cañones de Navarone’, cuenta Tom Reiss. El general Dumas la sometió, hizo 1700 prisioneros y conquistó el monte Cenis, la llave de los Alpes. No extraña que los austriacos lo apodaran el Diablo Negro. Sus proezas fueron mayúsculas.
Órdago a Napoleón
“Cuando los franceses llegaron a la tierra de los faraones y los egipcios vieron a Dumas imponente, firme, domeñando a todos, pensaban que él era Napoleón. Dumas parecía un centauro cabalgando entre las trincheras enemigas, abatiendo a contrarios, coleccionando prisioneros.
“En Egipto comenzaron sus problemas. No gustaban a Napoleón las molestas comparaciones con ese corpulento general, y menos sus críticas abiertas. ‘Creía que habíamos venido a liberar, no a dominar’, le espetó a Napoleón. ‘Por la gloria y el honor de Francia daría la vuelta al mundo, pero, si solo se tratara de un capricho de usted, me detendría al primer paso’, osó decirle. Francia estaba, para él, por encima de Napoleón. La justicia debía prevalecer sobre el atropello. Esos eran los mandamientos del General Dumas. Por eso defendió a civiles de las tropelías de sus soldados, denunció a generales cobardes y se enfrentó a Napoleón. Y lo pagó caro.
Como a Edmundo Dantés, el protagonista de El conde de Montecristo, a Alejandro Dumas padre lo traicionaron y encarcelaron. Cuando regresaba de Egipto, lo atraparon y encarcelaron en Nápoles, reino enfrentado con la Francia bonapartista. Pasó dos años en una terrible prisión en la que, para más inri, fue envenenado. No contó con el apoyo de un abate sabio, como Dantés, ni protagonizó una fuga de película: lo canjearon por otros presos y así logró regresar a casa. Pero ya no era el mismo. El General era un hombre enfermo y avejentado cuando nació su hijo pequeño, Alejandro. El niño no lo conoció cuando era un titán, pero lo recordó siempre como tal. Y así lo inmortalizó en sus obras.
Desprecio e inmortalidad
“Dumas hijo alcanzó un éxito insospechado para un mestizo. Sufrió burlas por su raza: Balzac se refería a él como ‘ese negro’; Verlaine lo comparó con el Tío Tom. Pero Dumas tenía la piel dura y la lengua afilada. Cuando lo criticaban por la falta de rigor histórico en sus novelas, respondía: ‘Está permitido violar la Historia, siempre que se le haga un hermoso hijo’. Él le hizo 646; sus obras inmortales (él decía haber engendrado 500 hijos naturales, aunque solo reconoció a dos)”.