Arturo Santamaría Gómez
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En Sinaloa, ya lo sabemos, Quirino decidirá quién es el candidato del PRI a la gubernatura y quien negociará con los otros partidos las condiciones de la colación electoral con el PAN, PRD y MC.
AMLO seguramente será quien lo decida en Morena pero con un partido que solo existe en el registro. Ni siquiera podemos asegurar que los alcaldes que gobiernan con sus siglas vayan a respaldar al candidato a gobernador en 2021.
A pesar de la primera afirmación, a Quirino se le está complicando el proceso porque algunos aspirantes de su partido ya emprendieron la carrera aun en contra de la aparente voluntad de Ordaz Coppel. Las ataduras de la vieja disciplina tricolor se han hecho débiles.
Jesús Valdés de manera medio disfrazada y Sergio Torres sin máscara se han encargado de demostrarlo. Ambos han roto con la orden del Gobernador de no iniciar la refriega, a menos que Valdés, o los dos, hayan llegado a un acuerdo con el Tercer Piso para emprender una especie de precampaña.
En donde coinciden Valdés y Torres es en la acrítica abierta a las políticas de López Obrador y a las de Morena en Sinaloa, a diferencia de lo que públicamente declara Quirino Ordaz. Puede entenderse que el presidente del PRI lo haga para intentar demostrar o simular que el partido es independiente del gobierno estatal, pero que lo haga Sergio Torres, con una cartera en el gabinete, ya no es normal. La actitud de Torres es, si no una abierta rebeldía sí una marcada discrepancia con relación al discurso quirinista ante Palacio Nacional.
La tradición priista habría dictado el despido inmediato de un secretario que discrepa abiertamente de su gobernador; pero los nuevos tiempos, al menos en Sinaloa, nos dicen, por lo menos hasta el momento, que las cosas ya no son así. Aunque también podría ser, contradiciendo el fuerte capital político que nos dicen las encuestas, que Quirino no está tan fuerte al interior de su partido como parece o que Sergio Torres está más fuerte de lo que parece.
Otros priistas y funcionarios del gabinete quirinista más solapadamente también están haciendo su luchita.
Al margen de lo anterior, es evidente que Valdés y Torres, ni ningún otro tricolor suspirante, están de acuerdo con la tesis de Juan Millán, ya adoptada por el presidente del PAN, de que el candidato de una obligada coalición electoral no puede ser ni priista ni de ningún otro partido. Lo que sí parece inviable, si es que el PRI quiere seguir siendo vecino de la capilla malverdiana, es que compita solo frente a Morena; y por lo mismo, se ve como muy complicado que el otrora partidazo diga: “ya elegimos nuestro candidato” y los demás institutos se vean obligados a aceptarlo.
En la acera morenista, lo más probable es que, ante un partido fantasma y un Presidente de la República marcadamente centralista y dominante, él y solo él decida quién es el candidato de sus siglas para entrar a la lid electoral en 2021.
Quienes gustan de ver la política a tres bandas hablan de posibles acuerdos entre AMLO y Quirino para cederle a Quirino la mano, en pos de la gobernabilidad estatal, y permitir que el PRI continúe gobernando en Sinaloa. Tal arreglo maquiavélico parece imposible, pero en los mentideros periodísticos y políticos gustosos de estas interpretaciones se menciona una y otra vez.
Al margen de lo anterior, aunque el Senador Rubén Rocha parece el más firme aspirante de Morena, la Senadora Imelda Castro no puede ser descartada ni tampoco la Diputada Tatiana Clouthier, quien ya levantó la mano.
AMLO no tendría que negociar con ningún partido la candidatura de Morena, a diferencia de Quirino que está obligado a hacerlo por la correlación de fuerzas para el 2021, pero sí tiene que sopesar detenidamente qué candidato o candidata le brinda mayores posibilidades de ganar, qué candidato o candidata le garantiza mayor obediencia a sus políticas federales y qué candidata o candidato le ofrece real capacidad de gobierno. AMLO no puede repetir el lamentable experimento de los actuales alcaldes morenistas.
Aunque López Obrador seguirá transfiriendo, ahora desde el gobierno, una alta cuota electoral a sus candidatos en Sinaloa y otros estados, ya no lo podrá hacer como lo fue en 2018 y tendrá que escoger a una candidata o candidato con arrastre y estructura. Los tres mencionados tienen experiencia política. Rocha e Imelda tienen arraigo en Sinaloa, Tatiana no lo tiene, aunque sí un carisma y apellido que la ayudan mucho. Rocha tiene una estructura política propia e Imelda en menor medida. Tatiana la tendría que construir a corto plazo. Los tres son talentosos. Tatiana es más cercana a AMLO que Rocha, pero la hija del Maquío tiene mejores condiciones políticas, sociales y familiares en Nuevo León para ser candidata. Imelda tiene menos cercanía con el mandamás de Morena pero tiene a su favor la cuota de género que las leyes electorales les exige a los partidos.
En este contexto, tampoco las cosas están muy fáciles en Morena. Lo que sí es cierto es que el retrato del momento nos dice que cualquiera que sea su candidato o candidata tiene más probabilidades de ganar la gubernatura que la coalición PRI-PAN-PRD-MC.