Editorial
Ayer, el Presidente Andrés Manuel López Obrador habló sobre uno de los puntales de su propuesta económica, aquella que se refiere a tratar de cerrar la enorme brecha que existe entre pobres y ricos en México, y que está basada en la repartición de miles de millones al año, 300 mil millones para ser exactos.
El Presidente detalló su propuesta que incluye la construcción de 2 mil 700 sucursales de los llamados Bancos del Bienestar en los mismos municipios, la mayoría donde no existe presencia de instituciones bancarias.
La idea es que esta red sirva para distribuir los apoyos económicos que repartirán decenas o cientos de programas diferentes que buscan llegar a las capas sociales más vulnerables, aunque el plan presenta varios puntos polémicos.
El primero de ellos es la competencia que este tipo de instituciones vaya a generar a las instituciones bancarias privadas, acusadas de mantener en el olvido a los más pobres y de concentrarse en las ganancias.
AMLO contesta que no, negando que vayan a prestar los servicios que prestan los bancos tradicionales, y puso como ejemplo las remesas que llegan desde Estados Unidos, y que son uno de los servicios más “jugosos” que prestan los bancos, quedándose con la tajada de león.
Sin embargo, una vez que exista la red bancaria se convertiría en la mayor presencia bancaria del País y difícilmente no entrará en el terreno de los intereses de los bancos, así que estaremos pendientes del desenlace de esta historia.
El simple hecho de que el Banco del Bienestar distribuya su dinero sin utilizar a los bancos tradicionales ya los afecta, por lo que se ve difícil que no terminen compitiendo en algunos rubros.
Como la mayoría de las ideas de la 4T, los nuevos bancos parecen una buena idea, el problema es que dependen de que sean utilizados de manera correcta, y siempre hay por ahí funcionarios vivarachos que encuentran la manera de torcer las cosas.