"Lo que no le dirán al Presidente"
Estoy escribiendo este artículo en vísperas de la llegada del señor Presidente Miguel de la Madrid a mi estado natal: Sinaloa. La efervescencia política en todos los medios es evidente. Todos los sectores se preparan para manifestarse de alguna forma ante la presencia de la máxima figura política en el País. Los agricultores, con justa razón, le piensan hacer saber sobre la descapitalización que sufre el sector agropecuario por los bajos precios de garantía de sus productos. Los funcionarios estatales se preparan para que la impresión que se lleve el señor Presidente sea buena, y para tal efecto se enseñarán algunos de los logros obtenidos por la administración. Los obreros le darán su apoyo incondicional y buscarán que nadie los supere en ese acto de fe. Los políticos que actualmente se encuentran en campaña, porque el próximo 6 de noviembre habrá elecciones, esperan recibir el respaldo de la figura presidencial para poder superar la oposición que día tras día acrecenta su fuerza por los enormes desaciertos del régimen y porque ofrece mejores candidatos en algunas partes. Algunas personas del sector privado se preparan a negociar su pasividad (déjame sobrevivir y yo a cambio no criticare tus faltas y corrupciones, tus arbitrariedades y tus derroches).
Esto es México y mi querido Sinaloa no es la excepción. Lo grave, lo verdaderamente dramático, es que nadie, absolutamente nadie, le planteará al señor Presidente lo lacerante de nuestros dos ancestrales problemas en el estado: el narcotráfico y la violencia. Por eso salgo a la palestra, porque recuerdo que cuando el Presidente Echeverría vino a Sinaloa a mediados de su sexenio, me tocó, como presidente del Comité de Caminos Vecinales, hacerle una exposición al respecto y preparé otra ponencia donde pretendía hablar del narcotráfico y las secuelas de violencia y corrupción que conlleva esta nefasta actividad.
Sabedor de que mi intención sería bloqueada, guardé silencio al respecto, y después de leer mi ponencia sobre Caminos Vecinales, al entregarle el escrito a Echeverría y, en presencia del entonces Gobernador del Estado, Alfonso Calderón, le pedí su autorización para hablar respecto al otro tema. Ambos funcionarios se pusieron muy nerviosos y el entonces Presidente me pidió mi escrito negando su anuencia a que se leyera.
Nada hay que desagrade más a una sociedad que el tráfico de drogas y la inseparable violencia que acarrea; sin temor a equivocarme creo que tenemos uno de los más altos índices de asesinatos de la República Mexicana. El andar armado es común en Sinaloa y sus funcionarios cuentan por decenas los guaruras a su servicio. El ciudadano común y corriente tiene que arriesgarse a salir a la calle y semicastrar a sus hijos para que no se los vayan a matar cuando salen a algún lugar público. Recuerdo que al licenciado López Portillo le entregué, cuando era candidato, un casete de 16 minutos de balazos que grabó un amigo mío un día último del año, cuando estaba en su apogeo disparar las metralletas y armas de fuego todas las noches. Ciertamente eso ha disminuido y hoy no escuchamos las balaceras nocturnas que antiguamente nos sobresaltaban, pero todo mundo comenta que las camionetas con vidrios oscuros y sin placas proliferan una vez más y que los gomeros vuelven a señorear sobre nuestra ciudad.
Hace pocos días estuvo en mi oficina un minero que me platicaba cómo en todos los alrededores de la mina en que trabaja se encuentran amapolas y mariguana. Y cómo se descompuso un avión cargado de droga y en un santiamén llegó otro, transbordando la carga y desmantelando el primero, tras lo cual lo quemaron.
Este es el Sinaloa que no va usted a ver, señor Presidente, pero es el que nos agobia y degrada, el que envilece y corrompe a nuestras autoridades. ¿Solución? Yo diría que todas las enfermedades del alma -y esta es una de ellas- solo se curan sacándolas a la luz pública, platicando sobre ellas sin temor y sin reserva. Así trabaja Alcohólicos Anónimos, la única forma real de curar el alcoholismo. Ojalá nuestros candidatos a elección popular hablaran sobre los múltiples asesinatos cometidos por policías o ex judiciales en nuestro estado, y de las infames torturas a que son sometidos algunos ciudadanos (ya se han muerto varios en las crujías de las autoridades) evidentemente que violencia genera violencia y por culpable que sea un individuo no excusa a la autoridad para que sea salvaje.
Tenemos, pues, que convertirnos en una sociedad crítica en el buen sentido de la palabra, porque entre más lo seamos más democráticos y permeables al bien seremos. Pero para que se nos empiece a curar este mal tiene que permitirse el disentir y opinar de la ciudadanía y el respeto a la voluntad del pueblo para elegir a sus gobernantes, para que escoja a los mejores, los que apasionadamente saben que solo vale la pena vivir por aquello que se está dispuesto a morir.
Miércoles 28 de septiembre de 1983
Durante su trayectoria política y empresarial, Manuel “Maquío” Clouthier escribió numerosos artículos de opinión, que se publicaron en su momento en el diario El Universal, y en los que vertió conceptos y reflexiones que continúan vigentes hoy más que nunca.
Por eso en Noroeste iremos replicando algunos de esos escritos, en un espacio al que hemos titulado Letras de Maquío.