rfonseca@noroeste.com
@rodolfodiazf
La pandemia del coronavirus es una favorable oportunidad para que aflore lo mejor y lo peor del ser humano. Ante esta crisis puede emerger una profunda solidaridad, como también el más terrible egoísmo e indiferencia hacia el dolor de los demás.
En efecto, podemos unirnos en vigorosa fraternidad o escondernos en la trinchera del miedo y del individualismo. Esta ambivalencia fue resaltada por Albert Camus en una novela que publicó el 10 de junio de 1947, titulada La peste. Dicha narración se desarrolla en una ciudad africana llamada Orán. De pronto, la población se vio amenazada por una terrible epidemia que provocó poner la ciudad en cuarentena. Los habitantes vivían sitiados, vigilados y exiliados en su propia casa.
El personaje principal es un médico, el doctor Bernard Rieux, quien lucha ética y denodadamente por controlar y erradicar la peste. Con humildad reconoce que no está haciendo nada extraordinario, pues lo único que le “interesa es ser hombre”. Otro importante personaje es el periodista Rambert, quien en un principio trató de huir de la ciudad, pero al ser constreñido a permanecer en ella se convirtió en un importante voluntario.
En la novela se describe tanto lo mejor como lo peor que existe en el ser humano, aunque Camus reconoció que lo positivo adelanta en gran medida a lo negativo en el corazón del hombre: “En el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio”.
Al vencer la peste, ante las luces y gritos de regocijo popular, Rieux se mantuvo tranquilo y coherente. Camus concluyó tajante su novela: “Pues él sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás”.
¿Ofrezco lo mejor o lo peor de mí?