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"OBSERVATORIO"

"Libertades abolidas en Mazatlán y Ahome. ‘Billy’ y ‘El Químico’, peligros para prensa"

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OBSERVATORIO

    alexsicairos@hotmail.com

     

    Es necesaria la intervención del Presidente Andrés Manuel López Obrador, del Gobernador Quirino Ordaz Coppel y del Congreso del Estado para distender la relación entre los periodistas y los alcaldes de Mazatlán, Luis Guillermo Benítez Torres, y de Ahome, Manuel Guillermo Chapman Moreno, que amenazan con abdicar a la tolerancia a la cual están obligados los servidores públicos, y pasar a la consumación de intimidaciones y ataques que marcarían la involución de Sinaloa a los tiempos de la violencia contra la prensa, inclusive de crímenes políticos contra el periodismo crítico.

    Cada día que se deja correr dándole cauce a la ingenua posibilidad del encuentro entre las libertades y el respeto a estas, crece la narrativa de bravatas, descalificaciones, golpeteos y peligros que se perfilan a niveles incontrolables. Cuidado. La escena sinaloense tiene suficiente encono como para sentarse a esperar la brutal colisión entre autoridades y periodistas.

    El enfrentamiento ha llegado a extremos como el del Alcalde ahomense que en el contexto de impunidad generalizada es señalado de ser probable autor del atentado contra el bloguero Paúl Velázquez, quien fue atacado por un sujeto armado la noche del 19 de diciembre en la agresión lo colocó al borde de la muerte. La víctima mantenía una confrontación directa con Chapman y en la víspera había denunciado al Edil ante López Obrador por abusos cometidos en el desempeño del cargo.

    Tal atentado vino a confirmar que los periodistas mochitecos tenían razón al denunciar con insistencia las embestidas del gobierno de “Billy” Chapman contra el ejercicio de la libertad de expresión. Otearon el riesgo desde el momento mismo en que asumió el cargo en noviembre de 2018 aflorando un Presidente municipal de corte tiránico, rara amalgama de mesianismo e insensatez, que blandió todo su repudio contra el periodismo insumiso.

    En Mazatlán, el periodista Mario Martini acusó el lunes al Alcalde Luis Guillermo Benítez Torres de orquestar en redes sociales una campaña de desprestigio contra su hijo, en represalia por denunciar presuntos actos de corrupción o malos manejos de la actual administración municipal. El comunicador responsabilizó a “El Químico” de cualquier daño físico o moral que sufran él o su familia.

    La respuesta de Benítez Torres le agregó al tema más ingredientes de encono siendo que desde la función pública debería ser factor de conciliación. Con similar odio al que ha mostrado contra otros periodistas declaró que Mario Martini “es un hombre sin escrúpulos, es una cobardía meter a sus hijos para hacer sus canalladas”.

    En Mazatlán y Ahome se ha permitido que la confrontación de los alcaldes con periodistas y medios de comunicación llegue a situaciones tan insostenibles como insoportables. El atentado contra Paúl Velázquez, que obligó al influencer a irse de Los Mochis, y el modus operandi de Benítez Torres, que da la impresión de atender una fonda en vez de despachar como gobernante, son focos de alertas que avisan del fracaso del modelo de sociedad fincado en la Constitución.

    El periodismo y el poder político nunca se han llevado del todo bien, no obstante, la exacerbación de la convivencia de amos actores es otra de las cosas que trajo el tsunami amloísta que en la votación de julio de 2018 arrastró a improvisados y descerebrados a las alcaldías y desde tales murallas súbitas le dan rienda suelta a dictaduritas que extasían a los que nunca había mandado ni siquiera en sus casas.

    Este es el tipo de poder más peligroso. Los cargos públicos resultan resbaladizos hasta para los más experimentados políticos, no se diga cuando el que los obtiene en cundinas electorales procede a canjearlos por baratijas que satisfagan el ego íntimo y olvida compensar el ímpetu democrático también participante incauto de la celada de la transformación. Y en medio de tales despropósitos el periodismo vuelve a ser, otra vez, la fruslería que bien puede irse al bote de la basura.

    A ello hay que agregar la indiferencia de las instituciones que tienen la obligación de hacer valer las garantías individuales y generales. A no ser porque las Comisiones de Derechos Humanos que existen en Sinaloa han hecho lo que les corresponde, y sin pasar por alto que también las recomendaciones del Ombudsman se las pasan los alcaldes por el arco del triunfo, el resto del elenco gubernamental ve tras bastidores, ojalá que sin actitud lúdica, cómo se forman o cometen agravios contra la libertad de expresión.

     

    Reverso

    El peor de los desconciertos,
    Es percibir que al gobierno,
    El tema le vale un cuerno,
    Mientras no vea a los muertos.

     

    Estrada Ferreiro cumple

    El que le ha bajado de intensidad a sus choques con los periodistas es el Alcalde de Culiacán, Jesús Estrada Ferreiro, quien hasta hoy ha dado muestras de congruencia en la promesa de mejorar su relación con reporteros y medios de comunicación. Con tantos años ejerciendo la abogacía conoce los mandatos de la Constitución en materia de libertades humanas y sabe que a cada parte le toca ceñirse al marco legal, sin que una u otra pretendan brincarse las trancas que delimita la Carta Magna. Ahí es posible el reencuentro civilizado entre el Presidente municipal, periodistas y medios, para escribir un tiempo nuevo en esta alianza sin ataduras que sea para el bien de la sociedad.