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Más que nunca hoy cobra vigencia una de las tesis de Cómo Mueren las Democracias: el uso y abuso de las mayorías para cambiar el statu quo en favor del Presidente.
Ya hemos comentado en este mismo espacio las leyes punitivas que violan la presunción de inocencia, la certeza jurídica y la posibilidad de llevar a cabo “un juicio sin prejuicio ni perjuicio”: extinción de dominio, ampliación de delitos con prisión preventiva y equiparación del fraude fiscal a crimen organizado. Hay una cuarta que se cocina: la ampliación de facultades a la UIF para congelar cuentas e iniciar la extinción de dominio sin que los presuntos delincuentes hayan sido acusados formalmente y sentenciados.
A un año de gobierno se puede documentar también un proceso de debilitamiento de las instituciones democráticas a través de cuatro vías: cambios legislativos, nombramientos, estrangulamiento presupuestal y difamación de la integridad y conducta de sus integrantes.
Los cambios legislativos incluyen las leyes a modo tanto a nivel federal como local: la ley Taibo para nombrar al titular del Fondo de Cultura Económica, la ley Godoy para que la Procuradora de la CDMX pueda ser la Fiscal, la ley Porfirio para que Muñoz Ledo pudiera quedarse con la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados. Todas en función y beneficio de una persona. Cuando no se ha podido por las buenas se ha impuesto a la persona en procesos de dudosa pulcritud (CNDH). A éstas se agregan las reformas de sello morenista como la ley Bonilla que extiende el mandato del Gobernador, la ley Garrote que penaliza la obstrucción de obras o la ley Tabasco que habilita al Gobierno para exceptuar del proceso de licitaciones a proyectos estratégicos. Estas últimas para facilitar los planes de infraestructura del Presidente en el sureste. Otra vez, leyes a modo.
En la antesala de las reformas para debilitar las instituciones está la pretensión de recortar a tres años la presidencia del INE, olvidando los principios de no retroactividad e inamovilidad.
Los nombramientos afines con el objetivo de capturar las instituciones se han vuelto una costumbre. Desde la Suprema Corte hasta la CNDH y desde la Comisión Nacional de Hidrocarburos hasta la Comisión Reguladora de Energía pasando por el Coneval. El mismo esquema se espera para los que vienen: cuatro integrantes del Consejo de la Judicatura, cuatro del INE, uno del IFT, de Cofece del INAI. La mayoría decide y no precisamente por méritos, competencias o pluralidad.
Según el Presidente López Obrador, los funcionarios que trabajan en estas instituciones responden a cuotas partidarias o al proyecto conservador que les dio vida y eso se terminó. Sí, pero para que ahora respondan a un solo patrón: él mismo.
Del apretón financiero a los órganos de autonomía constitucional tendremos una mejor idea cuando se apruebe el presupuesto 2020. Baste por ahora recordar que en el de 2019 el recorte fue, en promedio, de 21 por ciento.
Por último, los calificativos derogatorios a los integrantes de estos órganos han sido frecuentes y zahirientes minando su investidura, credibilidad y legitimidad. No vienen de la boca de cualquier ciudadano sino del propio Presidente. No vienen acompañados de fundamento sino de figuraciones.
Todos estos acontecimientos constituyen un retroceso democrático y son muestra de un comportamiento caracterizado por el abuso y la incongruencia. A los hoy morenistas, incluido su líder, se les olvidaron sus quejas de la aplanadora priísta o prianista. Se les olvidó que cada reforma política-electoral fue por consenso y que cada una, curiosamente, se hizo para los perdedores y no por y para los ganadores. Esta actitud de los partidos mayoritarios tuvo una consecuencia benéfica que no se reconoce y se valora: evitó la polarización y, sobre todo, que los perdedores se alienaran y tomaran vías distintas a las democráticas. Gracias a ello y, sí, al tan denostado INE es que López Obrador llegó al poder.
López Obrador se ha metido en un lío. Según él antes de que él llegara no había democracia sino pura simulación. Con él llegó la verdadera democracia. Luego entonces, él llegó a la Presidencia por la democracia simulada. ¿Será entonces que su triunfo no fue democrático?