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@rodolfodiazf
A muchos nos ha sorprendido la duración de la pandemia; no esperábamos que se prolongara tanto. Creíamos que sería cosa de permanecer aislados un mes o mes y medio solamente; sin embargo, ya vamos en el sexto mes.
Nos solidarizamos con aquellas personas que lamentan la sensible pérdida de sus seres queridos, para que sobrelleven con fe, esperanza y fortaleza esta dolorosa escisión, pero queremos centrar nuestra atención en cómo sorteamos personalmente el encierro forzoso y afrontamos los embates del coronavirus.
Ante el confinamiento cada uno podemos reaccionar de manera diferente; algunos de manera negativa: depresión, enojo, enfado, frustración, aburrimiento y angustia por estrecheces económicas; otros, de forma positiva y aprovechando el tiempo para leer, meditar, reflexionar, madurar y reinventarse.
Lo cierto es que nadie está contento pasando por esta prueba, pero lo esencial es no dejarse aplastar por la adversidad y aprovechar el momento para meditar, reposar, pensar seriamente y replantear nuestra vida. Además, también podemos aprovechar para leer muchas de las obras clásicas que no nos hemos dado tiempo de abordar.
Etimológicamente, meditar quiere decir considerar, medir, tomar medidas pertinentes. Es una palabra emparentada también con el verbo “mederi”, de donde viene médico, que significa cuidar, tratar.
Víctor Hugo, en su libro Vida y obra de Shakespeare, narró el diálogo que tuvo con uno de sus hijos, cuando estaban exiliados en Marine-Terrace (1852-1855) por persecución de Napoleón III y soportaban una tormenta:
“De pronto el hijo levantó la voz e interrogó al padre: -¿Qué piensas tú de este exilio? -Que será largo. -¿En qué piensas emplearlo? El padre respondió: -Contemplaré el océano. Después de un silencio, el padre prosiguió: -¿Y tú? -Yo -repuso el hijo- traduciré a Shakespeare.
“En verdad -concluyó Víctor Hugo- hay hombres océanos”.
¿Leo y medito? ¿Sé aprovechar el aislamiento?