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Corría noviembre de 2014. El Gobernador Mario López Valdez tenía una cita con Noroeste para explicar su cuarto informe de gobierno. El acuerdo era una visita de él y su equipo de Comunicación Social con directivos y la redacción de Noroeste. Pero unos minutos antes de la cita, al periódico empezaron a llegar los secretarios del Gabinete. Sorprendido, le pregunté en corto a uno de ellos: “¿Qué pasó?” Me dijo sudoroso: “No sé. Yo andaba en otra cosa y me avisaron, lánzate al Noroeste, ¡en chinga!”.
El Gobernador echó montón, presentó sus datos primero y cuando las preguntas de los reporteros y editores apretaron, el rostro se le congeló. Visiblemente incómodo dijo que no entendía por qué la relación con Noroeste se había roto y que “él no había ido a eso”. Le reiteré que él, como servidor público que era, ya había explicado su parte, que tocaba el turno a mi equipo de preguntar y que en ningún momento le habíamos faltado al respeto.
Pero sobre todo le insistí en que iba a ser difícil sanar la relación si nos seguían acosando, vetando y bloqueando desde el poder; y sobre todo, si nuestras más de 70 denuncias por distintos delitos (robos, asaltos, amenazas, golpes y balazos) seguían impunes en la entonces Procuraduría de Justicia encabezada por Marco Antonio Higuera Bernal. Denuncias que, por cierto, tampoco han avanzado mucho durante la gestión de Juan José Ríos Estavillo como Fiscal de Sinaloa. Más de seis años después, la justicia no llega y nuestros agresores siguen prófugos e impunes.
Flanqueado por Gerardo Vargas a su derecha, López Valdez cortó la reunión antes de tiempo. Pretextó otro compromiso y salió apresurado. Se despidió en la escalera donde, al apreciar mi cojera, me recomendó atenderme en el centro de rehabilitación estatal; se subió a la suburban y se fue. Todos salieron detrás de él; excepto otro secretario que se quedó a decirme (cito de memoria): “Te felicito, pero acuérdate que aquí nadie contradice al Gobernador. A mí me ha ido mal por atreverme a hacerlo, en especial con EL Secretario”.
Lo dijo en tono de consejo, pero yo lo sentí como advertencia. Fue la última vez que Noroeste se reunió institucionalmente con el Gobernador.
El tiempo pasó. Mario López Valdez se fue a San Diego y nos dejó a Gerardo Vargas, su hombre fuerte. Hay quienes afirman que era el verdadero Gobernador tras los bailes de Malova. Vargas fue su coordinador de campaña, luego su Secretario de Gobierno y estaba seguro de sucederlo en la Gubernatura. Lo hubiera logrado de no ser por el desprestigio del gobierno que encabezaron y porque un grupo de políticos y empresarios se atravesaron para construir un proyecto dentro del PRI que eligió al entonces desconocido Quirino Ordaz Coppel como candidato. Más que “Quirino sí”, la decisión entonces era “Gerardo no”.
Hoy, intocado por este gobierno, Gerardo persevera. Tuvo el poder sin el reflector y hoy quiere ambas cosas. Por eso lleva años gastando dinero para mantenerse vivo en el imaginario público y en el último mes ha invertido miles de pesos para promocionar su imagen en redes sociales a través de su página personal y otras disfrazadas de noticias. Promueve, cínicamente, mensajes de honestidad y respeto. Ha tenido el descaro de llamar a su organización “Generando Valores y Liderazgo A.C.” para promocionar sus siglas GVL.
El objetivo: conseguir un partido que le permita estar en la boleta en 2021. Su coqueteo es para el más probable ganador y, según me dicen algunos morenistas indignados, hay quienes dentro de ese partido apoyan la idea de sumarlo. Si lo hacen, el PRI (controlado absolutamente por el Gobernador Ordaz Coppel), estaría feliz.
No conozco a Gerardo más allá de su gestión. Pero vale recordar las herencias del gobierno en el que fue pieza clave, por aquello de la corta memoria sinaloense: la inclusión de “Chuy Toño” como jefe de la policía para “combatir” al crimen organizado, la operación en el Legislativo para incluir la “ley mordaza” que buscaba callar a los medios en torno a la inseguridad, 3.5 homicidios diarios y una desastrosa corrupción documentada en diversas secretarías del Gobierno del Estado como Finanzas, Salud, Turismo y Obras Públicas. Más allá del rollo de los valores, esas son las credenciales de Gerardo.
El escenario político-electoral 2021 se antoja interesante para Sinaloa. Como en el resto del País, Morena se perfila ganador, pero el PRI, en alianza con otras fuerzas, puede llegar a diciembre próximo en capacidad de competir. Dependerá del desempeño de Morena de cara a la crisis económica y sanitaria producto de la pandemia; y de lo que hagan o dejen de hacer los aspirantes de la Oposición.
Tras el tsunami morenista que concentró el poder en manos de López Obrador y renovó los cargos de elección popular con caras desconocidas (muchas de ellas estrepitosos fracasos), es un hecho que los perfiles de los candidatos importan más que nunca.
Por eso, polarizado como está, el País requiere candidatos que ofrezcan proyectos políticos viables, narrativas atractivas y hojas de vida reconocidas y limpias de toda mácula. Para los partidos políticos, ir en sentido contrario implica atender a otros intereses que no son los de la ciudadanía y a los que es muy difícil decir que no. Más si alguna vez ya les dijeron que sí.
En esa lógica y con esas credenciales: ¿a quién conviene Gerardo Vargas como candidato?