Editorial
Aún faltan varios días para que se dé por terminada la Jornada Nacional de Sana Distancia que ha obligado a miles a mantenerse en sus hogares para asegurar menos contagios por el Covid-19.
Aún faltan todavía días en que al interior de esos hogares se guardarán historias que no saldrán a la luz pública ni llegarán directamente a las autoridades.
Por eso es que desde el Gobierno federal se cree que la violencia al interior de las familias no se ha incrementado durante esta temporada de emergencia sanitaria, solo porque los reportes y denuncias que han recibido son menores y solo porque algunos de ellos fueron considerados como avisos falsos.
Y se confía además que la violencia al interior de las familias es menor solo porque hay la percepción de que el hogar mexicano es todo, menos violento.
El agresor está en casa, advierten activistas y organizaciones, y las autoridades deben crear protocolos para facilitar el acercamiento de las víctimas.
El encierro que ha generado la pandemia ha hecho que en algunos hogares se manifieste la agresión. Y no importa si es un caso el que se difunde, o son 10. Lo cierto es que esa conducta aún prevalece en el País y por más discursos oficiales pacifistas que hablen de un hogar feliz, lo cierto es que la mujer aún sigue siendo agredida por sus parejas o sus familiares.
El aislamiento social ha permitido que la sociedad una sus esfuerzos para lograr que los contagios sean menores en la medida en que cada quien se quede en casa lo más que se pueda. Pero ese aislamiento ha ocasionado que en el País broten esos “fantasmas” que aún están arraigados: el de la violencia en el hogar.
Sí, quedan pocos días para que termine este confinamiento obligatorio y pronto se sabrá que tan efectivo habrá sido. Nada pierden las autoridades en mostrar empatía hacia las víctimas y reconocer que en muchos hogares mexicanos aún se ejerce la violencia.
Y sí, después del Covid-19, ellas deberán ser escuchadas.