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"Opinión"

"La unidad nacional y las prioridades públicas"

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    amparocasar@gmail.com

     


    En un momento el que se necesita concordia, lo que vemos de parte de nuestro gobierno es la apertura de frentes que distraen de la tarea que más energía, inteligencia, coordinación y colaboración requiere: los efectos de la pandemia sobre la salud y la situación económica de los mexicanos.


    Tanto es así que no resulta descabellado pensar que el Gobierno está usando distractores para que los mexicanos no nos demos cuenta del tamaño de los yerros que se están cometiendo en el tratamiento de la pandemia. Yerros que quedan expuestos por algunos datos simples. Somos el país con la mayor proporción de contagios/fallecimientos (8.6 por ciento); con mayor número de personal de salud que ha muerto; pérdida de más de 600 mil empleos y; uno de los que menos ha gastado en estímulos para reavivar la economía y proteger a sus ciudadanos. Mientras que la media de los países emergentes es del 6 por ciento nosotros apenas alcanzamos el 1 por ciento del PIB.


    No encuentro un mayor desafío en décadas que pudiera dar pie a un llamado a la unidad nacional para alterar el orden de las prioridades públicas y reunir a la nación en torno a un solo tema: cómo enfrentar la pandemia. Unidad entendida como una coalición amplia para enfrentar una amenaza nacional.


    Pero no. En lugar de ocuparse en reunir el mayor número de apoyos de gobiernos estatales, empresarios, organismos internacionales, comunidad científica, sociedad civil, empresarios y el gobierno, ha escogido un pleito con cada uno.

     

    Los frentes abiertos incluyen a:


    Los gobernadores -particularmente a los llamados Aliancistas- a los que se les ha excluido de toda decisión e incluso coartado de la posibilidad de actuar en favor de sus poblaciones dentro de lo que marca la ley.


    La comunidad científica que en los discursos (conferencias) y los hechos (el presupuesto) ha lastimado en su potencial a pesar de que la ciencia se ha revelado como el más poderoso instrumento contra la pandemia.


    Las instituciones como el Consejo General de Salubridad, autoridad sanitaria con funciones normativas, consultivas y ejecutivas y el Instituto Nacional de Salud Pública cuya tarea es ofrecer resultados de investigación a problemas relevantes de salud pública para prevenir y controlar enfermedades.


    Los ex-subsecretarios de salud que en una pandemia deberían haber sido convocados a aportar su experiencia y en lugar de ello se les dice que patenten su solución y la vendan.


    Los medios a los que en lugar de convocar para construir una campaña de concientización sobre la importancia de cuidarse y una de difusión sobre consejos prácticos, los llama un día sí y otro también, alcahuetes, achichincles, chayoteros, corruptos y vendidos.


    Los empresarios, cruciales para echar a andar la economía y a quienes se debería recurrir para que con su presencia territorial y sus redes de distribución nacional colaboraran en la estrategia de vacunación pero a los que se denuesta, se les vuelve a acusar de minorías rapaces o mafia del poder y se les escatima la seguridad jurídica mínima indispensable para que sigan invirtiendo.


    En fin, a las organizaciones de la sociedad civil, a los organismos y comunidad internacionales, al nuevo gobierno de los Estados Unidos…


    Es momento de planear, instrumentar y proyectar una idea de unidad nacional. En cambio lo que nos entrega todos los días este gobierno es una convocatoria a la estridencia, al conflicto, a la confrontación y a la separación de la sociedad en bandos. O sea, a la desunión nacional. Junto con ello, el uso indudablemente electoral, personalista y también divisivo del ineficaz programa de vacunación que se convierte en un reality show todas las mañanas.


    Para esta administración es más importante seguir con sus obras emblemáticas aunque no tengan utilidad económica en lugar de apostarle a la investigación científica o a reactivar la economía, proponer la desaparición de los órganos autónomos para que todo dependa del presidente, denostar a los críticos que ofrecen soluciones, confrontarse innecesariamente con el vecino del norte y, ya que tenemos elecciones en puerta, hacer propaganda electoral en favor de su partido y en contra de sus opositores a pesar de la Constitución lo prohíbe


    Por el bien de México y porque el gobierno -éste o cualquier otro- es incapaz de hacerlo todo y sustituir las tareas que también corresponden a la sociedad ojalá que el Presidente entienda que el diálogo, la concordia y el encuentro civilizado entre él y los que llama sus adversarios, son indispensables en una situación de crisis. No se trata de proponer a un Estado subsidiario sino a un gran orquestador.