A nadie nos gusta sufrir ni padecer. Empero, las catástrofes y tragedias constituyen un elemental espacio de madurez y crecimiento. La pandemia actual debe de ser vista desde este resiliente contexto.
Víctor Frankl desarrolló su optimista pensamiento a partir de su experiencia en los campos de concentración: “Sufrir significa obrar y significa crecer. Pero significa también madurar. En efecto, el ser humano que se supera, madura hacia su mismidad. Las situaciones extremas, por tanto, además de hacer que el hombre alcance la libertad interior, le ayudan a conseguir la madurez plena”.
Cuando se asume una tragedia, remarcó Frankl, la persona encuentra el sentido de su existencia: “No debemos olvidar jamás que podemos encontrar también sentido en la vida incluso cuando nos enfrentamos, como víctima impotente, con una situación desesperada, con un destino que no puede ser cambiado. Lo que importa entonces es dar testimonio de la mejor y exclusiva potencialidad humana: la de transformar una tragedia en un triunfo personal, la propia desgracia en un logro humano. Cuando no somos ya capaces de cambiar una situación... se nos plantea el reto de cambiarnos a nosotros mismos”.
En una ocasión, un preso le escribió: “Querido Dr. Frankl: Durante estos meses, un grupo de reclusos hemos estado compartiendo sus libros y casetes. Sí, uno de los mayores sentidos que tenemos el privilegio de experimentar es el del sufrimiento. Vidas que antes carecían de esperanzas, sumidas en el desamparo, poseen ahora un sentido. Aquí, en el presidio de máxima seguridad de Florida, a unas 500 yardas de la silla eléctrica, estamos realizando nuestros sueños. Nos hallamos próximos a la Navidad, pero la logoterapia ha sido mi mañana de Pascua. Del calvario de Auschwitz ha surgido nuestra aurora de Pascua”.
¿Transformo la experiencia de todas mis tragedias?
rfonseca@noroeste.com
@rodolfodiazf