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El contundente resultado electoral que determinó el triunfo de Joe Biden en las elecciones presidenciales de Estados Unidos cumplió los pronósticos y el anhelo de muchos, dentro y fuera de las fronteras del vecino país, pero esa histórica jornada electoral arrojó también un dato muy revelador, cuando el todavía Presidente Donald Trump captó 70 millones de votos.
No obstante que el candidato demócrata ganó con una ventaja de cuatro millones de votos, lo cual sustenta un irrefutable desenlace, Trump, acorde con su característica actitud, rechaza la validez de ese resultado y se declara víctima de un proceso fraudulento. Lo patético es que en ese berrinche es respaldado por 70 millones de electores. Y surgen preguntas: ¿En qué méritos se basa esa multitudinaria respuesta?, ¿qué facetas de la agresiva estrategia emblemática trumpiana (Make América great again) captaron ese respaldo?
En detalle, ¿qué aspectos de la misoginia, el divisionismo, el odio, la autocracia, y otras agravantes calaron en el ánimo de esa numerosa masa de seguidores como patentes de autoridad dignas de ser prolongadas mediante la reelección?, ¿acaso la supervivencia de algunos privilegios o derechos amparados por una residencia legal que se siente amenazada por la inmigración? ¿Y quién garantizaría cualquier situación ante la veleidosa conducta de Donald Trump?
El caso es que el todavía Presidente de Estados Unidos obtuvo una votación suficiente para haber ganado cualquier elección que no hubiera sido ésta, en la que se superaron abultadamente los registros anteriores de los comicios en la historia del vecino país, y el hecho es que el ensoberbecido reyezuelo, que se creyó soberano universal, cayó del trono en el que se juraba aposentado y al cual se resiste a renunciar.
Trump lega a Joe Biden el ingente reto de disipar los odios intestinos que fueron fomentados desde la Presidencia durante los últimos cuatro años. Implícita en el mismo reto urge la necesidad de encauzar la reunificación civil de, por lo menos, 70 millones de ciudadanos. Vaya tarea para un Presidente que, falto de carisma, supo convencer a una mayoría del electorado estadounidense mediante un discurso sereno, pero manifiesto de buenos propósitos que en principio anunciaron un cambio radical en relación con las insensatas propuestas de su antecesor.
Ante la actual situación en Estados Unidos, la decisión del Presidente Andrés Manuel López Obrador, en el sentido de mantener en suspenso la felicitación a Joe Biden, no viola protocolo alguno, toda vez que el triunfador demócrata es hasta hoy Presidente virtual de Estados Unidos, pero no ha sido declarado oficialmente. Muchos interpretan esa reserva como la intención de prolongar en todo lo posible una relación seudo empática con el Presidente Trump.
Detectan que la supuesta relación cordial que Trump ha insistido en pregonar al llamar reiteradamente amigo al Presidente López Obrador, tuvo su origen en un chantaje, cuando el soberano yanqui amenazó con aplicar castigos arancelarios a nuestro país, salvo que el Gobierno de México acatara la orden de reprimir la ola migratoria para proteger a la frontera de Estados Unidos. El ucase fue atendido a satisfacción del dictador y éste elogió públicamente tal resultado unas 50 veces: (twenty seven thousand soldiers.) Esa condicional relación nunca tuvo algo que ver con la amistad.
En el ámbito sinaloense esta semana tuvo lugar un hecho que entraña un alentador mensaje al ratificar la certeza del proverbio que reza: “La unión hace la fuerza”. El acontecimiento se registró en Mazatlán, pero replicó en Culiacán y en otros lugares del estado donde el gremio periodístico se unificó para protestar por la desaparición forzada del compañero Carlos Zataráin, fotoperiodista del diario Noroeste, quien había sido levantado por un grupo armado en un domicilio del puerto.
Ante reacción tan unificada, las autoridades actuaron con la urgencia que el caso requería y Carlos Zataráin fue liberado, sano y salvo, antes de 24 horas de retención: Un triunfo de la solidaridad.