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"OPINIÓN"

"La silla embrujada"

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    jesusrojasriver@gmail.com

     

    En la Convención de Aguascalientes en octubre de 1914 se reunieron los ejércitos victoriosos de la Revolución. Los constitucionalistas de Carranza, la División del Norte de los villistas, Libertadores del Sur de los zapatistas y algunos líderes regionales que lucharon contra la dictadura porfirista y los golpistas de Victoriano Huerta. Uno de los principales acuerdos fue el nombramiento por votación de un Presidente interino para la República, Eulalio Gutiérrez, un minero norteño experto en explosivos, al que la vida lo había convertido en político y militar. Aliado a Carranza, de buenas referencias con Francisco Villa, en ese momento en funciones de Gobernador revolucionario del estado de San Luis Potosí, ganó las elecciones de la convención y tomó posesión semanas después, en los primeros días de noviembre.

    Se sentó en la famosa silla coronada por un águila real que perteneció a Benito Juárez, no le duró mucho el gusto, en diciembre de ese mismo año, los ejércitos de Emiliano Zapata y Francisco Villa entraron a la Ciudad de México para replantear en Xochimilco, los caminos de la lucha todavía inconclusa. La famosa fotografía de los rebeldes en Palacio Nacional, fue tomada el 6 de diciembre de 1914 en el Salón Embajadores. Ahí se cuenta la historia que Zapata se negó a sentarse en ella afirmando que “Estaba maldita, que volvía loco al que la ocupaba”.

    A este pasaje de la historia se refirió ayer el Presidente Andrés Manuel López Obrador, dijo en su tradicional conferencia mañanera que “En todos los procesos de transformación han existido diferencias”, en referencia a las voces discordantes entre los grupos que conforman su cuarta transformación.

    “Zapata no se quiso sentar en la silla presidencial porque sostuvo que estaba embrujada, yo no sé si estaba embrujada o no, de todas maneras antes de que yo llegara la mandé limpiar”. No es la primera vez que el Presidente hace mención abierta a embrujos o amuletos, se ha referido a ellos en múltiples ocasiones, en una aceptación de la arraigada creencia mexicana de orígenes prehispánicos y colombinos, de las fuerzas del más allá que influyen en las personas, las situaciones o los objetos. Un Presidente chamánico, espiritista, metafísico y creyente en el mal de ojo de la envidia y su antídoto el “detente”.

    Figuraciones discursivas en metáfora, la ejemplificación de lo absurdo que encanta a su audiencia electoral cautiva y no es ajena a nuestra mexicanidad, “identidad cósmica” en dicho de José Vasconcelos, definida en una visión concreta de todos los elementos culturales, históricos, sociológicos, antropológicos y espirituales de nuestra definición identitaria.

    Andrés Manuel es un gran comunicador, centra el mensaje a una audiencia bien definida, mientras que a la otra parte de ella, solo la distrae. Sabe que al hablar de un hechizo presidencial o de una silla maldita, cambiará la conversación de lo importante poniendo, por un momento, el foco de atención lejos de los errores gubernamentales y las mentiras oficiales en las cifras de la pandemia, el encarecimiento de la gasolina, el cobro excesivo en los recibos de luz, los errores en la cancelación de los contratos para caminar en la producción de energías limpias, entre otros tantos que golpean la agenda presidencial.

    No tengo prueba pero tampoco dudas que la silla presidencial está maldita. Que confunde a los gobernantes, que los vuelve soberbios, entorpece el juicio y nubla la vista a lo elemental. Sí a la silla que fue de Juárez, de Díaz y Calles, igual que de Ordaz, De la Madrid o Salinas le hicieron una limpia al inicio de este sexenio, no funcionó. Nuestro Presidente igual se enfermó de poder, tal como lo advirtiera el mártir de Chinameca. Luego le seguimos...