Editorial
Caravanas de vehículos recorriendo las calles de numerosas ciudades de México y pidiendo su salida de la Presidencia dieron el cierre a una semana para olvidar de Andrés Manuel López Obrador.
Más de la mitad de la vida del Presidente fue tiempo para soñar en llegar al poder, hizo una “maestría” como opositor y un “doctorado” en lucha desde las trincheras, pero nada lo preparó para lo que ha enfrentado en su Gobierno.
Esta semana que acaba de terminar tuvo de todo, además de una pandemia que está empeñada en acabar con su saludable calificación en las encuestas, la violencia de los carteles llegó hasta la CDMX y hasta un sismo sacudió al País.
El Presidente dio un discurso cuando agonizaba la semana y más que infundir ánimo en los mexicanos, parece que salió a pedir un poquito de oxígeno.
La pandemia se niega a rendirle pleitesía, el virus no sabe de partidos políticos ni ideología, ni sigue las recomendaciones que cada mañana le dicta el Presidente, las curvas nomás no se aplanan y los muertos se siguen apilando.
Y para colmo de males, el Cártel de Jalisco Nueva Generación ha decidido mostrar al mundo su poderío y ha intentado asesinar al Secretario de Seguridad de la Ciudad de México, prácticamente en las barbas del Presidente.
Unos días antes, la delincuencia organizada ya había asesinado a un Juez federal en Colima, la violencia, ese mal que quiere combatir el Presidente con abrazos, le responde con balazos de alto calibre.
Y en medio del desastre, un terremoto tomó las costas de Oaxaca como su epicentro, causando daños en decenas de municipios y remeciendo hasta edificios en la Ciudad de México.
El Presidente soñó con el poder, pero es seguro que nunca esperó que fuera tan complicado.